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miércoles, abril 24, 2024

Entre pelotas y sangre

Por Karina Roncal

Desde que tengo uso de razón tuve que aguantar y ver a mi abuelo, tíos, primos, amigos y posteriormente a enamorados: saltar, gritar, amar, desvivirse, ponerse como chimpancés embriagados y hacer alharacos cuando había un penal o el tan esperado gol por el equipo de preferencia.
Con el tiempo aprendí que era mejor aliarme al enemigo, en este caso al fútbol y empecé a agarrarle cariño, los partidos nacionales se volvieron parte de mis fines de semana, para darle menos disgusto y más gusto al novio de turno. Pero luego la pasión por la Liga Española, entre Real Madrid y mi Barza adorado, se volvió pasión, hacía la canchita, un par de cervecitas y hasta con amigas gritábamos por nuestros cueros tras una pelota; de ésta manera mi susodicho pasaba a segundo plano y el fútbol al primero. Las relaciones pasaban de ser cursis enamorados que veían películas románticas, a dos patas que compartíamos el amor por el Deporte Rey, esa pasión que nos liberaba de ciertas toxinas y drogas instaladas en nuestros cuerpos, adrenalina que estallaba y nos relajaba, a veces enojados por la derrota y otros excitados por el triunfo.
Trasladándome a la realidad, no logro entender cómo aquel Deporte Rey, con un Pelé, un Maradona o hasta un Messi, se pueden quedar enterrados en su gloria cuando esas pelotas a las que se persigue por un gol y un triunfo, se quedan manchadas con sangre, violencia, muerte y decepción de lo que ahora cubre las páginas amarillas de diarios nacionales.
Recordar la muerte de un adolescente que fue quemado con juegos pirotécnicos utilizados dentro de las barras de los clásicos nacionales, o el sonado caso en el que un grupo de jóvenes barristas se subieron a un micro en Lima, terminaron empujando a una señorita con un futuro por delante, destrozándole el cráneo en el pavimento y con ello todos sus sueños, que por desgracia de la vida, de un partido de fútbol y un par de estúpidos barristas que pretendían jugar a ser Satanás terminaron acabando con la vida de esta joven, que su única culpa fue subirse al micro equivocado que la llevó directamente hasta su muerte.
La estupidez humana y con ello la muerte no conoce clases sociales y mucho más si hablamos del deporte de “machos” con demonios azules incorporados que invaden sus cuerpos. La violencia no es privilegiada sólo en barrios marginados, ahora está más instalada en aquellos “pitucos”, que tienen al poder y el dinero como su mejor aliado. Estar en lujoso palco para presenciar un partido no les asegura estar en su zona de confort. Así recordamos el tan mediático Caso Oyarce, aquel joven, que por circunstancias de la vida, dos delincuentes de alto vuelo, con aires de soberbios y con sangre cubierta de violencia, lo botaron desde la parte más alta del estadio y lo estrellaron contra la muerte.
¿Qué pasó desde ese último incidente?, una pena muy ligera para el loco y su amigo. ¿Qué hizo el Estado frente a actos de violencia? Un partido de fútbol se vuelve un armar mortal para acabar con la vida de personas y nadie hace nada por remediarlo, todo queda en una noticia, en una
semana mediática en los medios de comunicación, en limpiarse las manos y dejar que pase, hasta la siguiente víctima.
Y así, hace menos de una semana en guerra de entradas de los empadronados blanquiazul y cremas, la pasión que los unía, fue la misma que los terminó matando. Murió un joven más, con balazos en el pecho, sin sensibilización de los presentes, su agonía fue grabada en vivo y en directo, cargado como cuando llevan reces al camal y luego comercializan con su carne.
No se trata de comercializar con muertes, pero ya es hora de hacer un STOP, detenerse a pensar que no podemos manchar las calles y las banderolas con sangre. No es cuestión de lucrar y beneficiarse de los buenos millones que suelta el fútbol, sino mas bien hacer que este deporte genere pasión, entusiasmo en nuestros niños y jóvenes, NO TERROR cuando se avecina un partido o un clásico, que familias tengan que encerrarse en su casa, como presagio de Apocalipsis.
La Apocalipsis futbolística está llegando a manchar el Perú de sangre, lo peor de ello es que no ha existido una profecía de por medio, sino que todo está pasando tranquilamente. Se ha vuelto normal que se pierda vidas de barristas, jóvenes, pitucos o delincuentes, porque ya es parte de éste Deporte Rey y que si existe una corona, es como la de Pilatos, porque los entes encargados terminan lavándose las manos descaradamente.
El fútbol es un deporte, no volvamos estos partidos en grandes shows de toros y toreros, en los que ver morir apasiona y enciende a las personas. Que esto no se vuelva comercio de sangre y carne en base de violencia deportiva.

“Dios, perdónalos, porque no saben lo que hacen”

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