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martes, abril 23, 2024

¿Es el Perú un país sin futuro? -1

a través del cristal
Willian Gallegos Arévalo
columnista

Siempre acostumbro citar el verso final de la poesía “A Carmela la peruana”, de Federico García Lorca: ´Oh Perú lleno de metal y melancolía´. Este verso también lo cita Washington Delgado en su libro ´Perú Eterno´, que es el resumen, dice, de un país “triste e incluso trágico” y la “imagen de un Perú optimista y también deprimente”. Y no lo dice el autor, posiblemente por cautela, pues, en mi opinión, es la consecuencia de que en el Perú se han adueñado del escenario los políticos delincuentes y delincuentones que hacen de las suyas gracias a ese maravilloso privilegio de la impunidad.

¿En qué momento, los cerebros de esas personas, que nos parecían decentes, parecieran llenarse de mierda cuando se transforman en políticos, pues terminamos encontrándonos con sujetos obsecuentes del gobierno o defensores de individuos cuestionados o justificando las tropelías de sus dizque líderes? Vemos los casos de Jaime Delgado, otrora caserito de los programas de César Hildebrandt, defendiendo a los consumidores víctimas de la agresión de los bancos; hoy se ha callado en todos los idiomas o defiende posiciones absurdas y la Telefónica ya no existe. Y tenemos a ese férreo abogado que lidiaba con los políticos corruptos, y descubrimos de pronto que, según los medios, ha entorpecido las investigaciones contra un presidente regional cuando las acusaciones apuntan a que sería el autor intelectual de crímenes y líder de una poderosa organización mafiosa.

No sabemos quién inventó aquello de la “clase política”. Pero esta clase está llena de bribones y hasta reciben premios y son condecorados, como ese ex alcalde de Lima, cuya actuación política es francamente deleznable y habría sido unos de los promotores de la revocatoria a Susana Villarán, y está amenazando regresar en vista que ya se acercan las elecciones regionales y municipales. Tenemos el caso Gagó, que obliga a preguntarnos que si un individuo ya tiene dinero ¿por qué su obsesión por querer ser congresista, presidente regional o alcalde? Gagó ha dicho que no son menos de cien congresistas los que cometen latrocinios para aprovecharse del Estado. ¿Por qué elegir como congresista a un sujeto que tiene dinero a raudales?¿Lo hacen por amor al país o por esa vanidad de recibir los tratamientos de “señor congresista”, “señor alcalde”?Pero esto es otro tema.

El propósito de este artículo es reflexionar sobre la indiferencia de los ciudadanos ante el cinismo y desfachatez de “nuestros” políticos, casi todos ellos delincuentes, que aspiran nuevamente a gobernar el país. Es expresar nuestra indignación por los entuertos en el Ministerio Público, donde el ex Fiscal, quien fue el enemigo público número uno del país, usaba subterfugios para impedir que el político más corrupto de la historia del Perú sea denunciado y pague por sus crímenes; y por la prensa complaciente dándole titulares para que este sujeto corrompido siga viviendo de la política. Los hechos que denuncia la prensa, referidos a ese ya ex Fiscal, casi anodino pero pendejazo, que archivaba todas las denuncias contra el capo mafioso, y el nuevo, ligado al caso de un presidente regional, parecieran decirnos que el nuestro es un país donde los políticos corruptos pueden zurrarse sobre todos nosotros las veces que quieran y cuando les dé la gana.

César Hildebrandt escribe que el Ministerio Público y el Poder Judicial son “las dos lacras que hacen imposible la derrota de la masiva corrupción que nos mina” (Hildebrandt en sus Trece, Año 4, No. 197). Porque la corrupción política es la madre de todas las corrupciones y de la criminalidad, es mi tesis. No es una falsa percepción: lo dicen todas las encuestas y nos enteramos cuando los medios divulgan hechos, como el caso Utopía, por ejemplo; y de una infinidad de casos, que ocurre por la facultad discrecional de quienes administran justicia, un poder que es un riesgo para los ciudadanos y esta sociedad que acepta y tolera la podredumbre .

¡Peruanos! Ha llegado la hora para expresar nuestra indignación por la impunidad de los criminales políticos. ¡Que aquella definición de que “la democracia es el único sistema político que permite a la gente elegir a sus propios delincuentes”, cambie! Pero para que aquello ocurra, al criminal mayor, figureti ansioso y enfermizo ególatra superlativo, debe ser castigado y desaparecerlo para siempre de la política y terminar con la maldición que es ese “gran” partido, causa de los males sociales, políticos y económicos, y de la pérdida de los valores del país. Si ello ocurre –solo y solo así–, como es el deseo de los buenos peruanos, el país podrá enrumbarse hacia la felicidad.

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