Una vez más, César Villanueva Arévalo asume la presidencia del Consejo de Ministros. En esta segunda etapa, bajo la presidencia de Martín Vizcarra, después de haberlo desempeñado con Ollanta Humala quien, como sabemos, traicionó a sus electores entregándose a los grupos de poder quienes, dicho de paso, nunca le tuvieron ninguna estima. ¿Un asunto de clase?
La etapa del gobierno que inician Martín Vizcarra y César Villanueva, como presidente del Consejo de Ministros, no es nada auspicioso pues, después del descalabro de Kuczynski y su ´gabinete de lujo´, con dizque “tecnócratas” que salieron de las grandes empresas para retornar después a ellas, se ha generado una tremenda expectativa en el país cuando se cree que el nuevo gobierno va a solucionar los problemas ancestrales del país. Y enmendándonoslo de una vez: el problema no es la llamada corrupción, porque esta es solo consecuencia de algo. Así que, estimado señor Primer Ministro, la corrupción no se acabará “matando” la corrupción, sino eliminando a los factores que la causan.
El gran problema de nuestro país, es que lo somos de nombre. A pesar de las miles de normas que tenemos –como nos recordaba Alfredo Bullard, en un artículo publicado en el diario El Comercio, hace dos años—, no somos un país orgánico, un asunto que los intelectuales y los aprendices de personas cultas querrán desmentir. Por la sencilla razón que tenemos poderes que no son poderes y donde la opinión pública no cuenta, lo que hace que los poderes hagan leyes absurdas –a la medida de sus intereses–, como otros poderes que emiten sentencias a sus libres albedríos abusando del poder discrecional que tienen. Cada poder actúa de acuerdo a sus intereses porque el país y su gente no cuentan para estos grajos. Y al ciudadano solo le queda batir palmas y aplaudir. La llegada al poder de PPK es un ejemplo de ello.
Lo que debería hacer el nuevo gobierno es organizar el país. Hacerlo no será fácil pues los intereses de los líderes políticos cuestionados van en consonancia con el credo de sus militantes quienes se han acostumbrado a mirar la paja en el ojo ajeno, lo que se ha convertido en una forma de cultura política. Lean nomás las redes sociales…Lo primero debe ser procurar eliminar la impunidad y el absolutismo de la discrecionalidad de quienes administran justicia que, en el fondo, es una forma de dictadura perversa y aceptada en nombre del llamado “debido ´proceso” y obediencia a la ley. Un ejemplo sería el caso de los esposos Humala-Heredia.
Un aspecto fundamental de la actual gestión sería el de enfrentar los problemas de la agricultura nacional. Ahora es cuando debe valorarse el actual Plan Estratégico Sectorial Multianual al 2021 (PESEM), del Ministerio de Agricultura, que casi nadie conoce. Articular sus doce políticas con la gestión de los gobiernos regionales, sin olvidarse de una nueva forma de entender el crédito agrario asociándolo con la tecnología en el campo y la comercialización. Y que las instituciones construyan sus propias visiones, cosa que hoy no hay. (Continuará).