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viernes, marzo 29, 2024

Luces y sombras del nuevo gabinete Villanueva

Horas después de la juramentación del nuevo Gabinete ministerial que preside César Villanueva, poco a poco comenzó a conocerse la trayectoria y la hoja de vida de los flamantes ministros y hubo más de una gran sorpresa. Al lado de un sector de ministros claramente comprometidos con el proceso de relanzamiento de la economía —mediante la promoción de la inversión privada y el destrabe de grandes proyectos— aparecía un sector de titulares que objetivamente podía ser definido como izquierda, muy distante del fortalecimiento del modelo económico y cercano a las propuestas antisistema. El Gabinete Villanueva, pues, tenía luces, pero también densas sombras que planteaban más de una interrogante.

Si bien es cierto que puede haber críticas en contra del ministro de Economía, David Tuesta —sobre todo por su participación en una extraña propuesta en contra del sistema privado de pensiones del país—, resulta incuestionable que el nuevo titular de Junín es un tecnócrata que tiene claridad sobre cuáles son las reformas que el Perú necesita para volver a crecer a tasas altas y seguir reduciendo pobreza. La presencia de Francisco Ísmodes en el sector de Energía ratifica esa impresión. Y la participación de Edmer Trujillo en Transportes, Roger Valencia en Comercio Exterior, y Daniel Córdova en Producción, de alguna manera, nos señala que los principales sectores del Estado vinculados al relanzamiento de la economía y de las inversiones privada y pública están garantizados.

Está de más señalar que los mencionados ministros saben de la necesidad de enviar señales claras a los mercados para que los círculos virtuosos de la inversión privada vuelvan a reactivarse. Y casi estamos seguros de que también entienden que el Perú necesita una nueva generación de reformas institucionales —en educación, en salud, en la solución de los problemas de la infraestructura— para que el país evite la trampa de ingresos medios, que desata la lentificación del crecimiento. Si en el Perú hubiese respaldo político para iniciar reformas no dudamos que este sector ministerial apretaría el acelerador de los cambios.

Sin embargo, en el mismo Gabinete Villanueva hoy sabemos que están profesionales vinculados a todos los intentos de sabotear las reformas urgentes que el país necesita y que apuestan claramente por un modelo económico anti mercado. El actual titular de Trabajo, Christian Sánchez, ha vinculado su trayectoria profesional a las propuestas de izquierda que buscan acrecentar la rigidez laboral y elevar los costos del trabajo que explican la informalidad laboral que sobrepasa más del 75% entre los trabajadores. El Perú necesita una urgente reforma laboral para dejar de estar entre los diez países del planeta con más rigidez laboral y, sobre todo, para formalizar el empleo. ¿Qué tiene que ver el ministro Sanchez con este objetivo? Parece que nada.

Igualmente la ministra de Salud, Silvia Pessah, es una profesional vinculada a todas las campañas anticapitalista que suele desarrollar la izquierda en contra de la industria alimentaria. ¿Acaso se puede reactivar la economía empujando con la mano derecha y deshaciendo lo hecho con la izquierda? En el caso de la nueva ministra del Midis, Liliana del Carmen La Rosa, las cosas aparecen más que complicadas. Resulta que la señalada profesional sería militante del Frente Amplio y muy cercana al parlamentario anticapitalista, Marco Arana. ¿Se pueden entregar los programas sociales del Estado peruano a una fuerza de izquierda antisistema? ¿Tiene algo que ver esta decisión con la segunda vuelta electoral del 2016 en que dos fuerzas promercado disputaron la mayoría nacional?

El Gabinete Villanueva tiene luces y sombras preocupantes. Cualquier peruano de buena voluntad espera que las luces alumbren a las sombras o que la rectificación se produzca en el camino. Sin embargo vale señalar que las incoherencias del nuevo equipo ministerial también tiene que ver con esta terrible polaridad fujimorismo versus antifujimorismo que ha envenenado la democracia, ha lentificado el crecimiento, y posterga las verdaderas identidades programáticas de los actores en función de una confrontación sinsentido.

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