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viernes, abril 19, 2024

La irracionalidad de un medio hombre

En la televisión se publica, las conversaciones sostenidas entre un individuo al parecer de sexo masculino con una humilde mujer. Se trata de ex esposos, separados hace dos años. Un individuo de sexo masculino es conocido como hombre, pero ésta calificación sexual, se refiere a quien la ostenta cabalmente; es decir, de manera integral, que muestre respeto, sobre todo a la mujer, más aún a la madre de sus hijos. Quien no la respeta simplemente no puede ser catalogado como hombre completo, sino tal vez, como medio hombre. El hecho de que la pareja haya decidido no vivir más en la misma casa, bajo el mismo techo, quiere decir que la convivencia ya ha sido insostenible. Si la crisis alcanzó desbordar la tolerancia, indica que cada cual tome los rumbos de manera individual. Si el medio hombre ya se fue de casa, dejando a esposa e hijos, quizá con la idea de encontrar el paraíso al lado de alguna dulce bruja, ya pues, que siga ese camino y no esté molestando a la ex esposa con llamadas agresivas, es más, con mil llamadas al día y la noche. ¿Por qué entonces te fuiste de casa? Decidiste ir para estar “feliz” fuera, dejar la supuesta infelicidad que queda dentro de casa. ¿Por qué entonces llamas? ¿Por qué llamas del Edén “feliz” al “infierno” infeliz? No se entiende. Es una completa irracionalidad. Se supone que fuiste del candente infierno real al paradisíaco paraíso de tu imaginación. Ya pues, vive ahí tu supuesta felicidad, embriágate de la dulzura de miel contaminada, hasta el momento que llegue el verano de la realidad, cuando recién despertarás y dirás “cuan bobo soy” y querrás regresar al supuesto infierno que dejaste, donde quizá en este momento reine la verdadera felicidad sin ti, y no tengas cabida, aun siendo tan pequeño y ridículo como un medio hombre.

Las persistentes llamadas que haces, no son de cordial saludo, de ostentoso deseo de felicidades familiares, porque las dos terceras partes del hogar que dejaste, realmente las desearían ansiosas; son llamadas de insulto, de agravio, cargadas de amenazas de muerte. Los tres hijos necesitan alimento, desean sentir tu afecto de padre, quieren que les acompañes en sus tareas de la escuela. Jamás llamas para preguntar por ellos. Los ridículos diez soles que envías no alcanzan para nada. ¿Por qué todas tus llamadas son para amenazarme de muerte? Que uno de los dos tiene que morir para que éste infierno se acabe. Que viniste alrededor de la casa tres veces con la intención de asesinarme a cuchilladas ¿Por qué no hiciste? Que todas las mujeres que son muertas por sus ex parejas se las merecían y que tú también te la mereces. Los contenidos de éstas llamadas son extremas aberraciones humanas que solo corresponden a un medio hombre. No, tu no mereces ser llamado hombre completo, tal vez medio hombre, porque simplemente eres un completo cobarde. Pero, ¿quién eres para tomar unilaterales decisiones sobre mi vida? Ni mis padres biológicos, que me dieron la vida, tienen esa malsana facultad. Esta irracionalidad se acrecienta, cuando por equivocación del destino, nuestras jóvenes vidas se cruzaron y tomamos la mala decisión de unirnos para formar supuestamente un dulce hogar, con ambiente favorable para la formación de nuestros hijos. Sin embargo, nada de este sueño se hizo realidad. Al contrario, el largo sueño planificado, se convirtió en un corto pestañeo. El dulce hogar feliz que dijimos construir cuando éramos felices enamorados, que nos duraría toda la vida, hasta que Dios nos lleve a su eterna Gloria, tal vez ha durado semanas, quizá meses, para ser holgados. La fidelidad que se ha prometido n veces, cuando nos besamos sonrientes mirándonos a los vivaces ojos, ha tenido la duración de ese fugaz dulce hogar feliz. ¿Cuál fue la causa principal? ¿Cuándo comenzó el deterioro de esa rápida felicidad? Claro pues, cuando de pronto dejaste teñir tu corazón con la envidia de una tercera persona, totalmente ajena a nuestro nido de amor. Permitiste el ingreso a nuestra casa, de sus puntiagudas y largas garras de envidia, de su necrótica y putrefacta nariz insidiosa. Si esa tercera persona ha logrado que desvíes tu atención de tus tres hijos, de tu oficial esposa, a ella, pues, vaya con ella, y no molestes más mi tranquilidad, que sin tu mal olor, nuestra casa se encuentra en paz.

Tus llamadas te convierten en un hombre mediocre, en un medio hombre, porque eres capaz de amenazar a una reina, a una mujer que ha decidido ser verdadera madre, a una persona que asumió con verdadera responsabilidad el compromiso del matrimonio religioso ante Dios. Vaya sabiendo medio hombre, que a una mujer se la respeta si se quiere realmente ser verdadero hombre. Esa mujer es la que Dios te ha enviado, no para maltratarla, no para acosarla, no para hacerla vivir mal, sino para compartir tu vida, porque ésta vida es sumamente corta como para desperdiciarla. Hay que ser racionales y comportase como hombres completos.

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