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viernes, abril 19, 2024

El saber ancestral en los cuentos-enseñanza

1. La enseñanza se trasmite en diferentes formatos. Lo importante es que capturé al lector, lo asalté y lo trasmute; historias que pasan del folklore a enseñanzas éticas profundas. Muchas de ellas proveen alimento en varios niveles de la conciencia, de tal manera que las dimensiones interiores pueden ser abiertas por el Maestro a medida que el lector acucioso madura para acceder a más elevadas experiencias.

2. En este maravilloso Cuento – Enseñanza se presenta a un hombre que administra justicia en aquellos tiempos en que tenía que hacer de investigador y hombre de leyes a la vez. En esos tiempos no se podía recurrir a huellas dactilares, pruebas atómicas ni ningún medio químico o mecánico como los avanzados procedimientos actuales. Era solamente el saber ancestral y la intachable conducta proba del Magistrado. La moraleja, la enseñanza parece decirnos que el más elevado y profundo ideal del hombre debe ser alcanzar la sabiduría para volcarla en la práctica de la justicia. Y la satisfacción de la conciencia, la mejor de las recompensas.

EL PRÍNCIPE Y EL JUEZ (Condensado y traducción del inglés por el autor)
Cierta vez un príncipe fue en busca de un juez, de quien se había hecho famosa su gran habilidad para descubrir la verdad; por lo tanto, decidió comprobarlo personalmente. Se disfrazó de comerciante, tomó su caballo, y se dirigió a ese pueblo. En el camino apareció un mendigo que le pidió limosna y le suplicó que lo llevara al anca de su caballo hasta el pueblo. Cuando llegaron ya no se quiso bajar arguyendo, para sorpresa del príncipe, que el caballo era suyo. La discusión subió de tono y la gente que se aglomeraba coincidió en que fueran al juez para que éste diera solución al problema. Había dos casos pendientes y esperaron su turno.

I

1°. Un hombre instruido y un campesino ignorante llegaron discutiendo, cada uno reclamando para sí a la misma sirvienta. Después de escucharlos el juez les dijo:
“Dejen a la muchacha aquí y regresen mañana”.

2°. El siguiente caso era concerniente a un carnicero y un vendedor de aceite; éste dijo: “Fui a la tienda de este hombre para comprar aceite y cuando metí mi mano en el bolsillo, él la agarró y trató de apoderarse de mi dinero”.

“Está mintiendo – contestó el otro- Me pidió que le haga cambio de una moneda de oro y cuando tomé mi cartera, trató de quitármela. Aprisioné su mano y juntos hemos venido para que usted decida el caso.

Dejen el dinero aquí y vuelvan mañana.

3°. El siguiente caso era acerca del príncipe y del mendigo. Cada uno contó su historia y cada uno afirmó ser el dueño del caballo. “Déjenlo aquí regresen mañana”.

II

Al día siguiente mucha gente vino a escuchar las decisiones del juez.
1°. El juez dijo al hombre instruido. “La chica es tuya, llévala contigo. El campesino recibirá cincuenta latigazos de castigo”.
2°. Luego llamó al carnicero. El dinero es tuyo, le dijo. El vendedor de aceite es un ladrón y será castigado.

3°. Acerca del príncipe y el mendigo, les preguntó si podían reconocer a su caballo entre varios en el establo. Y así lo hicieron sin dificultad.

El juez dijo al príncipe: Toma el caballo, es tuyo. El mendigo recibió cincuenta azotes. Más tarde el príncipe fue a visitar al juez mostrando su verdadera identidad, diciéndole que había venido a comprobar su habilidad ya famosa por doquier y preguntarle cómo descubrió los casos.

III

1°. El juez contestó: Llamé a la sirvienta del hombre instruido para que llene mi tintero y lo hizo limpia y cuidadosamente en unos cuantos minutos. Con el campesino ignorante hubiera sido imposible este trabajo de expertos.
2°. Respecto al carnicero, puse el dinero en agua y esta mañana no pude ver indicios de aceite en el agua; por tanto, no pertenecían al vendedor de aceite.
3°. El caso del caballo fue un poco más complejo. Ambos podían reconocer al caballo, pero yo quería averiguar a cuál de ustedes reconocería el caballo. En el establo vi que el caballo, volteaba su cabeza para mirarlo a usted. Cuando se acercó el mendigo, el caballo levantó una pata y miró indiferente en la otra dirección. Descubrí así que el caballo pertenecía a usted.
-.-
El príncipe quiso recompensarlo, pero el juez le dijo: “Nada de lo que usted pueda darme sería suficiente comparable a la satisfacción de haber solucionado los casos justicieramente. Sólo espero que en el futuro Dios pueda siempre auxiliarme en mi trabajo, para ver con equidad el camino de la verdad.

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