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jueves, marzo 28, 2024

“Un pacto con el diablo” El realismo-mágico de A. Casona

Esta es la historia de Ricardo Jordán y su pacto con el diablo; también llamado con el nombre elegante y burgués de Caballero Negro.

Ricardo, hombre de negocios, financista audaz y especulador sin escrúpulos, esta vez está al borde de la bancarrota. Sus llamados “amigos” son los primeros que, como ratas, abandonan el barco antes de que termine de hundirse. Es cuando el caballero negro aparece por entre la neblina como un sueño y le hace la propuesta: salvarlo financieramente a cambio del único delito que él nunca ha cometido: matar, no con sus manos sino con su voluntad y a distancia: un crimen sin sangre. Porque al caballero negro más le interesa la conciencia; Ricardo andaba desesperado por dinero como diablo por alma, y acepta.

En una aldea lejana, Peter Anderson cae al mar tempestuoso desde un precipicio y se oye un desgarrador grito de mujer. La barca queda sin pescador.

El recuerdo del angustioso grito y el sentimiento de culpa perturban tanto la tranquilidad de Ricardo que decide ir a conocer esas lejanas tierras. La casa, la familia, las personas afectadas; desea ardientemente confesar y reparar su culpa.

Se queda dos semanas conviviendo con ellos. Descubre en Estela, la viuda, una bellísima mujer, pero sobre todo el valor inmenso de una mujer honrada, llena de abnegación y pureza. Ahora se aman entrañablemente.

Cuando va a confesar su culpa, Frida, su hermana, esposa de Christian, le revela que éste ha muerto por el fatal coletazo de un golpe de mar; pero que, estando moribundo, le confesó la verdad. El empujo a Peter. Pero Estela ya lo sabía, por eso es que lanzo ese grito que tanto lacera los oídos de Ricardo en el recuerdo. Por amar a su hermana y al hijo de esta, Estela calló. Ricardo creía haber consumado el acto fatal, pero el diablo le ha engañado. Se ha aprovechado del suceso para arrancarle la voluntad de matar. Ricardo entonces comprende, como despertando de un sueño, que el asesinato sin sangre puede realizarse en sí mismo, asesinando a su yo perverso, a su ego, egoísta y codicioso.

Todo esto ha valido para que él se enfrente a su verdad, lo que consigue valientemente con la fuerza que le da el amor que Estela en él ha despertado.

Ricardo Jordán ha resultado ganador en el pacto. El caballero negro pierde frente a lo limpio de la conciencia lavada por el amor ¡pobre diablo!

Esta es la llamada “pedagogía del alma” que siempre ha llenado de optimismo la vida del maestro y educador que siempre fue Alejandro Casona.

TERCER ACTO (Fragmento)
RICARDO Y EL CABALLERO DE NEGRO
• RICARDO. Renuncio a todo lo que me diste. Llévate tu dinero. ¿Qué dice ese contrato?
• CABALLERO. Pocas palabras, pero claras: “Ricardo Jordán se compromete a matar a un hombre, sin sangre”.
• R. la mejor manera de liquidar un contrato es cumplirlo. He prometido matar y mataré.
• C. (Sorprendido) ¿A quién?
• R. al mismo que firmó ese papel. ¿Recuerdas el día que llegaste a mi despacho?. Allí encontraste a un cobarde dispuesto a cualquier crimen con tal de no presenciarlo. Un cómodo traficante del sudor ajeno. Un hombre capaz de arrojar al mar cosechas enteras sin pensar en el hambre de los que las producen. Contra ese estoy luchando desde que llegue aquí; contra ese lucharé ya toda mi vida. Y el día que no quede en mi alma ni un solo rastro de lo que fui, ese día Ricardo Jordán habrá matado a Ricardo Jordán. ¡Sin sangre! (AL DIABLO CONFUSO). No lo esperabas; ¿verdad?
• C. no sinceramente. El que firmó este contrato era tan distinto…. ¿Quién te ha dado esa fuerza nueva? ¿Ella?
• R. Ella hasta que no llegué a esta casa no supe de verdad lo que es una casa. Hasta que no conocí a Estela no supe de verdad lo que es una mujer.
• C. Me lo temía. El amor … Siempre se me olvida ese pequeño detalle, y siempre es el que me hace perder.
• R. ¿Qué esperas ahora?

• C. –Nada… Ahora, toda lo que intentara contra ti ya sería inútil. Toma tu contrato. Lástima… Era un lindo negocio.
• R. Pobre diablo. Te has quedado mustio, ¿eh?
• C. ¡Imagínate! (con melancolía) vine a perder tu alma, y yo mismo te he puesto sin querer en el camino de la salvación. Por favor, no le cuentes a nadie lo que ha pasado entre nosotros. O hasta los más hipócritas serían capaces de sacar una moraleja.

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