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sábado, abril 20, 2024

De trompudas a ulluteras

Todos los lugares tienen su encanto y un sinfín de historias que envuelven a más de uno. Encuentros casuales que nos erizan la piel, algunos de placer y otros de terror. El primer escupitajo de mi vida lo recibí de un personaje que caminaba por la calle con una contagiante carcajada que llamaba la atención, yo pasaba en mototaxi hacía mi colegio, hasta que de pronto sin darme cuenta la blusa de mi uniforme estaba totalmente pegajosa y llena de saliva. Lloré y regresé a casa aterrorizada.

A ese mismo personaje que arruinó parte de mi época colegial, lo volví a encontrar, pero esta vez totalmente calmado y en un velorio, estaba ahí haciendo sus chistes con los presentes, este comensal resultaba pintoresco y buena gente, fue en ese momento que le pregunté a mi mamá quién era. Desde ahí dejé de temerle y comencé a mirarlo distinto, como ese niño terrible que era.

Más de uno ha sido víctima de sus ocurrencias, recuerdo que mi tía al pasar en su motocicleta lo saludó con efusividad y él le respondió: “Hola Ullutera”, su carcajada se escuchó unas dos cuadras y mi tía se puso colorada de la vergüenza.

Siempre solía pedir alguna propina y cuando alguien le decía que no tenía, simplemente sentenciaba con un “Trompudo o Trompuda”. Quien siempre caía en sus expresiones de locura era la señora Miriam Pinchi, recuerdo una vez que Manos Unidas le fue a entregar una canasta navideña y le dijeron: “Aquí está tu canasta Washito”, a lo que él respondió: “Canasta tu cabeza”.

Este era Waldemar Contreras Guerrero, conocido por todo tarapotino como “Washo”, un personaje pintoresco, de esos que te jalaba el cabello y corría diciéndote “ullutera”, si lo eras te caía a pelo y si no, tenías que aceptarlo y reírte. Ese hombre que era muy católico y asistía a misa cada día a la misma hora. Un ser humano que solo quería un poco de atención, menos indiferencia y más apoyo.
Washo falleció el sábado por la mañana a los 49 años y desde ese momento en Tarapoto empezaron a valorar su presencia, sé que muchos dirán que me subo al coche de su coyuntural muerte, pero no, escribo de él porque al presenciar su entierro, conocí muchas anécdotas que me inspiraron. El último adiós de Washo fue distinto, fue el único sepelio en el que las lágrimas fueron remplazadas por las risas.

A mi esposo a veces le decía “Amorcito”, otras “Trompudo” y una que otra vez “Chivo”, menos mal que entendí su forma de ser y bromear, sino hace rato hubiese habido un divorcio.

Se fue Washo, el visitante de todos los velorios. Se fue quien estaba totalmente segura que estaría en el mío.

De trompudas a ulluteras, nunca pensé extrañar estas frases, solo espero que en el cielo no le vaya a decir “añuje” a San Pedro, porque si lo hace, estará en serios problemas…

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