Cierta vez en una entrevista, Noam Chomsky dijo que los cambios tecnológicos que vivimos hoy no tenían ni de cerca el impacto de aquellos de hace más de un siglo atrás, como lo fue el telégrafo.
Actualmente vemos tanto en las ciudades, así como en la población rural, que el acceso a los teléfonos móviles se ha incrementado exponencialmente teniendo muchos más de un aparato.
El teléfono móvil es una herramienta importante en la actualidad. Nos permite estar informados y nos acerca a familiares y amigos que por diferentes motivos se encuentran alejados por la distancia.
Pero últimamente esto viene afectando negativamente en las relaciones interpersonales en nuestra sociedad. Las reuniones familiares han pasado de la risa y el recordatorio de anécdotas a la total fijación en el móvil y el abandono del espacio ocupado en ese momento.
He llegado a presenciar momentos donde las personas se comportan como fantasmas. Una vez en una discoteca había una pareja bailando sin mirarse y totalmente absortos en sus teléfonos; en otra ocasión, a otra pareja de esposos en un restaurante, sin decirse palabra alguna en todo el tiempo que los llevó comer por prestarle más atención al móvil.
La adicción enfermiza a los móviles nos está volviendo individualistas e insensibles ante lo que pasa a nuestro alrededor.
Los grandes problemas del futuro, como las guerras y el cambio climático, debemos resolverlos, si bien con ayuda de los avances tecnológicos, también con una comunicación efectiva y más humanidad. Será una forma de decirnos que nos queremos más.