22.4 C
Tarapoto
jueves, marzo 28, 2024

Equivocarse hasta el aburrimiento

Escribe: Marco Hidalgo Murrieta

– ¡Qué aburrido eres! Solo la política te interesa-, le espeta el periodista César Hildebrandt a su entrevistador de un medio escrito capitalino. El respetado y controvertido personaje, cuyo mayor tributo es decir las cosas por su nombre (entiéndase, sin anestesia), reposadas en inigualable contexto socio-histórico-cultural, es un hito del periodismo peruano. Podemos discutirle algunas de sus posturas, pero es indiscutible su lealtad profesional.

La actual contienda electoral, con sus particularidades propiciadas por la pandemia, nos pone a los postulantes en la pequeña pantalla de los celulares, en la que propuestas y memes se confunden con la misma intensidad, muchas veces superadas por estos últimos. Pero la esencia es la misma.

Los partidos o agrupaciones políticas se equiparán a los clubes de fútbol, al reclutar figuras para sumar votos. A excepción de la izquierda o izquierdozos, rojos, caviares, rabanitos (somos inigualables en poner apodos), con su postura de un Estado intervencionista (bueno, hasta Estados Unidos interviene sin sonrojarse), marca una diferencia de los demás, que caminan en la azarosa política de las ofrendas populistas o buscan mantener equilibrado el status quo.

En el país del plagio es una norma tener partidos con ideologías prestadas y sus políticas anacrónicas.

Las propuestas de los candidatos, en su gran mayoría, son de autoría foránea, maquilladas para nuestra realidad. La cultura combi, aquella de la informalidad e improvisación, permite estas huachaferías, con personajes con solvencia intelectual, hasta moral, pero que, al sentarse en su escaño, la pierden para ser monigotes del grupo que representan. Alquilan su alma a intereses oscuros.

La historia reciente lo confirma hasta el hartazgo, pero existe el ideal de que las cosas pueden cambiar esta vez.

El bicentenario será una simple moda si no cambiamos el chip del cambio de rumbo.

Elegir una y otra vez al candidato o candidata, que, al llegar a su cargo, en todo momento muestra falta de consideración y respeto a tu confianza (con tu voto), no es culpa de quien, a sabiendas, te está mintiendo en la campaña, sino de nuestra entusiasta vocación masoquista.

Es cierto también que en las últimas elecciones presidenciales y congresales la elección nos arrinconaba hacia el menos malo o mala, que era elegir por obligación con mínimo de satisfacción.

Era y es bailar con la más fea, con la misma canción, durante los próximos cinco años, o hasta que sea vacado o disuelto.

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,512FansMe gusta
256SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos