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viernes, marzo 29, 2024

El Enemigo Común

La cuestión es simple. Si te opones a la defensa de la informalidad y el mercantilismo más ramplón – lo único real en la ideología de nuestra clase política – eres el adversario. El enemigo común de extremistas zurdos y diestros: un caviar.

Continuamente, escuchamos de izquierda y derecha. Sin embargo, a la hora de tumbarse cualquier esfuerzo por formalizar algún sector, la dicotomía se rompe y se vuelve un solo puño dispuesto a asestar un golpe certero al mínimo atisbo de progreso.

¿Realmente presenciamos un enfrentamiento de los tradicionales espectros ideológicos antagónicos o, simple y llanamente, estamos frente a un grupete de negociantes conservadores – tirando para la misoginia – que se resisten a cualquier cambio? Solo lo segundo explicaría la actuación del parlamento en la última semana.

Mientras el pleno aprobaba la ley que se baja la reforma universitaria y nos regresa a las épocas en que los rectores eran juez y parte – la época de las universidades con fachadas de triplay – una comisión del Congreso daba luz verde a una propuesta que pretende eliminar la educación sexual y el enfoque de género en la currícula escolar.

Y es que, ante las alarmantes cifras de ataques y ultrajes, lo mejor para nuestros “padres de la patria” es desmontar aquello que resulta esencial para prevenir y combatir el abuso sexual contra las niñas y niños. Con base en prejuicios absurdos – que les llevan a hablar de una conspiración para sexualizar y homosexualizar a los pequeños – quieren impedir que se les proporcione información acerca de los peligros de la explotación, los medios para protegerse y los riesgos existentes. No. Que el tema vuelva a ser tabú, que internet se encargue de educar a nuestros hijos en la materia, y punto. No importa cuántos estudios demuestren lo equivocados que están, persistirán obstinadamente en que están evitando que sus vástagos se vuelvan homosexuales o promiscuos cuando, de hecho, el índice de embarazos adolescentes baja tremendamente a la par que se produce una iniciación sexual tardía al aplicarse una educación que promueve relaciones sociales y sexuales respetuosas así como la valoración de la afectación que sus decisiones producen en ellos y en los demás. Pero no. Decirles a las niñas que el ser mujeres no las predestina a la cocina es “ideología de género”. En fin, la ignorancia nunca fue tan atrevida ni estuvo tan empoderada.

Y ya que hablamos de ignorancia, no hay mejor forma de asegurarla que permitiendo que negociantes sin escrúpulos eduquen a nuestra juventud. Aunque, claro, en realidad no se trata de educarla sino de estafarla con el cuento de la carrera profesional, lo que finalmente se reduce a la entrega de un cartón sin valor en el mundo real y que solo demuestra que todas las mensualidades – y demás cobros que se les ocurran – fueron cancelados. Pero no, una vez más. Exigir que sedes o filiales como la que aprobó la vergonzosa tesis de maestría del presidente Castillo – cerrada por la Sunedu – no regresen es cosa de caviares. La “autonomía” universitaria se interpreta como la potestad de las universidades de hacer y enseñar cualquier tontería gracias a que ellas mismas van a controlar a la entidad supervisora. Oponerse a ello es convertirse en el enemigo de Cerrón y López Aliaga. Sí. Da igual si se trata de admiradores de regímenes comunistas o fascistas, ambos extremos usan las mismas etiquetas para descalificar a quienes se les oponen. Si nos basamos íntegramente en sus exabruptos, tenemos que ser caviar es no añorar el medioevo ni admitir que el Perú se defina como una tierra de nadie en la que no existen restricciones para hacer negocio. Si tengo la plata, pongo un chifa, una universidad o un partido político sin que se exija nada más que el desembolso necesario. Demandar alimentos salubres, rigor académico o verdadera militancia es de caviares y cojudignos.

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