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jueves, abril 25, 2024

Historias de Tarapoto, 16

No podría dejar de reconocer a José Hernández Tafur quien me facilitó el poderme entrevistar con don Otto García García, otro integrante histórico de La Continental Ritmo, que después sería conocido como Marcospión. De esta manera pude obtener mayor información y detalles. Pero lo que quiero destacar es la diligencia y generosidad de Hernández quien, sin conocerme, al escuchar que preguntaba a terceras personas sobre la confirmación de datos para mi crónica se ofreció a llevarme a la vivienda de don Otto. José Hernández Tafur, es un eficiente ejecutivo de la Cooperativa del Oriente, sito en el Jirón Alonso de Alvarado 228, donde también tengo buenos amigos. Y me he sentido en la obligación de ser recíproco, porque personas como Hernández están en extinción.

Otto García García (1935) viene de una larga estirpe pucacaquina. Sus padres fueron don Alfredo García Gronerth y Delmira García del Águila. Desde tierna edad se afincaron en Tarapoto con sus hermanos Reninger, que fue futbolista jugando por Boys Tabacones y tocó con Marcos Macedo Pinedo, Alfredo (que tenía el restaurante El Volante, en Pucacaca), Álvaro, Ángela, Licefra, Delmira, Néllida y Genny. Sus padres no perdieron el tiempo. Don Otto también fue un permanente animador de la bohemia tarapotina de los años sesenta. Formó el grupo Los tres amigos, con Julio Rodríguez y René Rengifo López, quien llegaría a ser un combativo dirigente sindical y sobre el que escribí también una semblanza.

Escribir sobre hombres y mujeres que deleitaron nuestra juventud es reconocerles el mérito que les corresponde. Ellos cultivan un arte: el de la música, tan bella como la poesía y la literatura. Solo la miseria de no entender el rol trascendente que cumplen hace que la sociedad sea mezquina con ellos, porque pulsar las cuerdas de una guitarra o de una mandolina es acercarnos a los dioses. Un despistado, mediocre y confundido servidor público ha compartido por un chat la afirmación que la sociedad no puede prescindir de los soldados y sus policías y que los poetas y cultivadores del arte son una sarta de ociosos. Este sujeto ¿habrá bailado alguna vez?

Tarapoto fue siempre esa ciudad alegre que bailaba los sábados por las noches y en esas matinés que eran imperdibles para la juventud enamoradiza y donde aprendimos a hacer nuestros “porsíacaso”. Eran esas tardes tahuamperas donde se desencadenaban las pasiones y emociones de un pueblo alegre y feliz; donde el sol quemaba pero que estábamos lejos de aterrarnos con el cambio climático que está destruyendo nuestro espacio y se avizora un futuro devastador. Y vienen a nuestro recuerdo esos bailes en la Casa del Maestro; el Club Huracán; El Merecumbé, de La Hoyada; Los Camaleros; el local de don Alejandro del Águila Sánchez, en el Huaico; en la escuelita del Parque Suchiche; en el local de Nolasco, en Loretana, en el club La Unión. Y la gente fina en el Club Social San Martín. ¿Y esas fiestas patronales de antaño? Eran esos tiempos donde todos éramos felices y son parte de la historia chicharrera, cuando solo se comía paiche, inguiri y poroto. (Comunicando Bosque y Cultura).

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