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viernes, marzo 29, 2024

La sierra de San Martín; osos, cóndores, venados, vida impensable y esperanza

GRANDIOSOS. Dos animales en serio riesgo de desaparecer, tienen su hogar en la Concesión para Conservación Alto Huayabamba
GRANDIOSOS. Dos animales en serio riesgo de desaparecer, tienen su hogar en la Concesión para Conservación Alto Huayabamba

Primera parte de una historia que cambió para siempre la percepción que tengo de la región San Martín y su realidad

Por: Lenin Quevedo Bardález

Un lugar en el que cada paso revela que estamos en el reservorio más grande de agua de la región San Martín. Que no ha perdido ese virginal silencio que caracteriza al páramo, en donde se escribe la poesía más oscura de todas y la prosa que cuenta temores. Pero para mí, con el frío calando y la altura causando estragos, la maravilla pura y simple de esa sierra que tan poco conocemos, ajena a cualquier designio del político (ni siquiera una palabra ha sido utilizada en sus discursos refiriéndose a ella). Gracias a ello, hay esperanza. La sierra de San Martín, es realmente bella.

Empezamos la ruta en la provincia de Bolívar, ubicada en la región La Libertad. Desde allí nos dirigiremos hasta la región San Martín, más específicamente a la Concesión para Conservación Alto Huayabamba, 143 mil hectáreas que son administradas por Amazónicos por la Amazonía (AMPA). Hoy conoceremos la jalca.

El punto más alto de la ruta es el inicial. Estamos a 4000 metros sobre el nivel del mar más o menos y la temperatura a las nueve de la mañana es de 5 grados, según observa en su moderno reloj Elisbán Bazán, jefe de la concesión. Caminamos sobre estructuras vegetales extrañas, como globos a medio salir del suelo, entre cuyas comisuras hay depósitos de agua. Una mala pisada y nuestras botas de jebe (imprescindibles), se hunden en el lodo oscuro. Cada paso trae consigo el suave sonido del agua arrastrada.

A pocos minutos de iniciada la jornada, aparece frente a nosotros un cóndor andino, aquel carroñero de gran tamaño, que aquí tiene la fama de comer también algunos becerros, a los que coge sin ningún esfuerzo. La foto la realiza el viejito, Jeremías, quien tiene la forjada habilidad de descubrir huellas en la comida de los animales e incluso en su excremento; ello pues antes, cuando niño, caminaba estas soledades junto a su padre, un cazador que murió hace diez años, cuando una gran creciente de la quebrada Virgen se llevó el puente que unía su casa con las demás. El viejo quiso salvar ese vínculo y fue arrastrado.

Aquel paisaje se intercala con otro repleto de ichu, aquella hierba que asegura la ración de los herbívoros que pululan en la zona. No son, por supuesto, los camélidos andinos (llama, vicuña, etc), sino que se tratan de vacas, ovejas que en pequeño número pastan libres en las primeras tres horas. Más adelante, pareciera que solo queda frente a nosotros el silencio y aun más agua.

Cuando llegamos a aquel punto, Jeremías, que habla tan poco, vuelve a abrir ansioso la boca. “Acá estuvo un oso, mira la bachupa (una planta que pareciera de la familia de la sávila por su forma), solo sus hojas hay”, nos dice mostrando el suelo en donde parecierían haber sido decapitadas de un solo golpe de garra, para comerse la raíz.

Aquello no pasaría de ser anecdótico, sino fuese porque a cinco minutos de aquella expresión, vemos en el horizonte a un oso levantarse del suelo, caminar apenas como un punto negro, casi irreconocible. Logramos filmarlo un promedio de tres minutos gracias a los ojos del viejo y aquello fue alegría pura. Habíamos logrado captar un oso, sin un gran esfuerzo en la concesión para conservación, lo que significa que los esfuerzos por conservar están dando muy buenos resultados.

Más adelante vemos a un tierno venado subiendo una cuesta kilométrica, o en realidad lo ve nuevamente Jeremías. Así pasamos nuestro primer día en la jalca, sobre mulas y caminando en un paisaje amplio, frío, crudo y bello, que también forma parte de la región San Martín, en el que hay evidencias que las labores de conservación han obtenido resultados

EL SUELO. Lo atravesamos sobre las pelotas a medio salir del suelo
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