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jueves, marzo 28, 2024

Luchar porque la paz no sea una utopía

Sin utopias
Ricardo Quevedo Ramírez
Columnista

 

Todos los fenómenos sociales positivos y negativos tienen su respectivo origen. Nuestras sociedades avanzaron a pasos agigantados en muchas esferas de la ciencia y la tecnología. Los diversos medios de comunicación permanentemente nos ponen al día del hombre que cotidianamente hace noticia, para bien o para mal. Estamos viviendo tiempos de mucha masificación: hay miles y miles de personas que nos cruzamos en las calles, cada uno dirigiéndose a su respectivo quehacer, a las ocupaciones diversas, algunos para ganarse dignamente sus propios soles, otros van armando sus propias estrategias de la vida fácil: para conseguirse el dinero robando o matando.

Tenemos una generación adulta totalmente resentida, engañada y decepcionada. Una generación que creció únicamente por la fuerza cíclica del tiempo cronológico; no es ese crecimiento evolutivo de la conciencia, de las actitudes y de la buena voluntad. Si esto fuera así, tuviéramos una sociedad no quizá con mucha violencia, pero sí viviéramos una sociedad segura con ciudadanos también seguros de sus metas y conscientes de sus responsabilidades.

Queda una gran tarea para con la niñez, para que éstos sean formados no solamente desde el hogar como la primera escuela, sino que las instituciones educativas se conviertan en verdaderas armas para revolucionar las actitudes, principios y valores de los infantes, para que cuando sean viejos, no se olviden de él, como dice el libro del Eclesiastés.

Dentro de la generación adulta son pocos los que supieron sacarle cierta tajada a sus propias oportunidades. El ser humano siempre tiene su primera y segunda oportunidad. Si a la primera no consigues lo que buscas, o no llegas a ser lo que tanto anhelas, existe ese bendito privilegio de la insistencia y de la perseverancia. Tarde que temprano a vuelta de la esquina te sorprenderá el botín de la buena suerte, no es que exista la buena suerte, simplemente tú le provocaste a tu voluntad para que la BUENA OPORTUNIDAD te llegue, erróneamente conocido en nuestro medio como “buena suerte”.

Dentro de la generación adulta, contados son los que tienen asegurado su propio destino a través de algunas instituciones públicas o privadas o a través de algunas actividades económicas que emprendieron. Pero también hay muchos que le ven muy difícil a sus propias circunstancias. Ya el filósofo español José Ortega y Gasset decía, “yo soy mi circunstancia, y mi circunstancia soy yo”.

Y muchos toman a la circunstancia de la pobreza, para acabar con ésta robando la riqueza de otros. El quien vive de esto sabe que él mismo se está robando, es decir roba su propia circunstancia, que muy bien podría haberle generado su propia circunstancia alguna oportunidad de vida. Pues pensándolo bien, si la pobreza es solamente una escases de un bien material, entonces hay la oportunidad de salir de este sufrido calvario. Pero si la pobreza es espiritual, aquí entonces se termina no sólo las circunstancias, sino la vida en su plenitud.

¿Por qué las cárceles están saturadas de mucha gente que pensaron salir de la pobreza de la noche a la mañana? Simplemente porque confundieron como un fin a la pobreza material, más no lo tomaron como un medio.

Nuestras circunstancias buenas o malas, debemos tomarlos siempre como un medio, que con las buenas acciones que emprendemos, nos ha de arribar a un buen puerto, a un fin de mucha satisfacción.

Si esto no es así, entonces ya sabremos de donde se origina la violencia, de donde se origina la inseguridad. Frenar estos apetitos de violencia no es solamente armando a las rondas campesinas, no es solamente poniendo en movimiento a las fuerzas combinadas de la policía, del Ejército y del serenasgo a resguardar las calles de la ciudad y las carreteras de la región.

Todo este ejército de personas armadas únicamente es un medio; el conjunto de la población debe unirse a este grupo de vigilancia y de resguardo a favor de la seguridad ciudadana si queremos llegar a la ansiada paz que es el fin, pero al mismo tiempo debemos luchar permanentemente para que no sea una utopía.

 

 

 

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