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jueves, abril 18, 2024

Celosos guardianes de nuestros bosques, ríos, quebradas

Por: Ricardo Quevedo

De todos es conocido que las fiestas de San Juan paraliza a toda la Amazonía: la gente sale de sus hogares para disfrutar el embrujo de la colectividad que se resume en una sola palabra: algarabía. Es decir, la alegría de disfrutar la libertad, bailando, tomando, comiendo, metiéndose en las corrientes de nuestras aguas a veces mansas y traicioneras que a veces también nos castiga ora con una fuerte sequía, ora con una fuerte y embravecido caudal que no le queda más que salir y derramarse arrastrando lodos y grandes piedras, sepultando algunas veces caseríos y grandes pueblos.

Este impacto de desequilibrio de nuestras aguas san martinenses y de la amazonia en su integridad, lógicamente tiene un solo nombre: ambición desenfrenada al dinero por grandes empresas, algunas de ellas con la etiqueta de transnacionales, que explotan la naturaleza virginal de nuestros bosques.

Las instituciones representativas como el Gobierno Regional, tienen sus propias unidades ejecutoras como el Proyecto Huallaga Central y Bajo Mayo, que lo preside el ingeniero Javier Hidalgo Leca, que son los entes de representación a favor de los pueblos de la Región San Martín, quienes al mismo tiempo son los llamados no sólo para representar a cada uno de los pueblos del departamento, sino también tienen el deber de ser celosos guardianes para brindarnos seguridad, bienestar y tranquilidad a cada una de las 10 provincias y demás villorrios, como los caseríos y distritos.

El pueblo debe entender que las fiestas de San Juan que se celebran de una manera tradicional y pasionalmente todos los años, no sólo debe ser parte de la algarabía de la gente portando sus propios desenfrenos con bebidas, bailes y mucho más; sino también en cada quebrada, en cada río, en cada rústica y agradables playas que tenemos, en cada árbol y bosque que aún nos queda, debe mirarlos a estos como aliados inseparables de nuestra existencia, si queremos tener una vida selvática llena del consenso equilibrado de nuestro ferviente ecosistema.

De lo contrario en un abrir y cerrar de ojos, cosas de temperamento climático, pueda que se rompan su estructura ecológica para dar paso a grandes desbordes de ríos y quebradas y a grandes temperaturas del astro rey sol, que muchas veces son bastante insoportables.

Esto ya sucedió no hace más tiempo por la zona del Bajo Huallaga, donde coterráneos de esos lugares en un momento menos esperado perdieron sus casas y cosas y vivieron en serios y limitados aprietos materiales. No permitamos que esto siga ocurriendo, si está en nuestras manos y en nuestras decisiones hacerlo (como que lo está precisamente), hagámoslo, acostumbrándonos a la cultura de la prevención. Así evitaremos una y cuánta inundación podría darse.

Si dependemos de alguien como un ser divino, podemos decir, quiera Dios que esto de los desbordes y huaycos no vuelva a suceder; pero, si todo lo sujetamos a depender de uno mismo, podemos decir: en mis manos está el cuidado natural y la paz personal para vivirlos como persona y como celosos guardianes de todo lo que nos rodea.

Lo cierto es que las fiestas de San Juan, siendo una fecha donde también debe rendirse mucha pleitesía al hombre del campo, por ser esta fecha su día. A ese hombre que suda la gota gorda para cumplir con sus permanentes sembríos, el celoso cuidado como los cultivos convencionales y técnicos, y la esperada cosecha, debemos tomarlo en consideración para que pronto pueda gozar de los derechos de la inclusión social.

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