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viernes, abril 19, 2024

Los retos del ministro de Cultura

elmontonero

Es fundamental educarse y enriquecer el espíritu

Preocupa que los peruanos perdamos la fe por escándalos descomunales como el de Odebrecht. En este contexto, la creación cultural debería redimirnos; pero la crisis de la vida peruana lo arrastra todo, incluso la cultura. Una buena película no sobrevive en el circuito comercial más de dos semanas y los teatros han descendido al fondo de sus abismos. Si la cultura es un referente de enriquecimiento espiritual, ya aniquilada la fe, ¿qué queda?

Quizás lo que motiva este artículo es una entrevista, que leí hace poco, al productor teatral David Carrillo, quien desde el Teatro Larco nos ofrecía obras de gran valor con su productora Plan 9. Entrevistado por El Comercio, Carrillo (asociado con Giovanni Ciccia) cuenta que acaba de cerrar el Teatro Larco y que ha vendido las butacas para saldar deudas. Nada queda del boom, que parecía coincidir con una época de entusiasmo y de crecimiento económico. De hecho, en cinco años el Perú perdió el liderazgo anímico y la expansión material. Hoy, como dice el productor, las empresas no auspician; además, ¿cómo haces teatro con veinte personas o menos en una sala? Lo curioso es que Carrillo dice: “A mí, con ocho años y medio produciendo sin parar, ya me dio un infarto. Me siento agotado, desorientado, sin saber qué quiere ver el público. Él (Osvaldo Cattone) es un hombre de 82 años y su constancia y tesón se mantienen”.

Cattone le responde inmediatamente desde Facebook: “Yo he resistido como he podido, pero solo porque mi vida espiritual y física depende del escenario. Esa es la receta de mi salud y de mi longevidad. Pero tú, ni nadie, saben las veces que me compré un departamento con el dinero de un éxito, y las veces que lo vendí para pagar plateas desiertas. Todos la estamos peleando, nadie se ha hecho rico con el teatro, ninguna empresa. Y no te pongo ejemplos, porque no me corresponde develar problemas ajenos. Pero, en un país donde la cultura no tiene ningún apoyo, no es de extrañar que tires la toalla y la mayoría de las salas estén vacías”.

El teatro es una expresión de la crisis que no solo se agota en un mar de butacas vacías, sino también en el desmedro de las artes, la lectura, la edición de libros, las bibliotecas. El problema para algunos reside en las anclas de las redes sociales, pero asumo que en el Perú la cultura es residual a la educación. Es fundamental educarse, pero formarse no. Estamos obligados a educarnos por un fin utilitario: no quedar al margen; pero es un sobrante enriquecer el espíritu. Formarse parece ser una disposición de las élites (que, a decir verdad, aquí tampoco parecen muy interesadas en cultivarse).

Leía una entrevista al editor Miguel Marthans en La República. Marthans dirigió hace poco la editorial Mesa Redonda. Al inicio el periodista cuenta lo que percibe: “Marthans se sienta a conversar con las ojeras propias de un trabajo que lo ha desgastado. Ver cómo intenta sobrevivir una editorial peruana en nuestro país ya no es algo que quiera hacer”. Pareciera, como leen, que el agotamiento y la decepción es una constante en nuestros actores culturales. Han sido abandonados por los consumidores, los auspiciadores, el Estado. Marthans menciona una idea interesante, la formación de fondos editoriales en las empresas y una red de bibliotecas que impulse de alguna manera a las editoriales independientes. Sobre la red y la Biblioteca Nacional pueden leer lo que escribí en:

https://raulmendozacanepa5.lamula.pe/2016/10/07/la-gran-biblioteca/raulmendozacanepa5/

El descorazonado Marthans señala: “Lo que sucede es que hay un número grande de librerías que adquieren un determinado tipo de libros que no necesariamente producen todas las editoriales. Las personas, además, buscan más el libro importado o de figuras que han alcanzado un renombre internacional o una cierta popularidad, que no tiene nada que ver con que sean buenos o malos escritores”. Añado que las librerías son escasas y que las bibliotecas son ralas como los lectores, y poco inspiradoras para ser habitué en ellas.

Queda claro que tenemos potencias que luego desaparecen en ese vasto desierto que es la cultura nacional. En el Perú cualquier Quijote revierte rápido en Alonso Quijano. Mas me queda aún la fe de que algo podemos hacer.

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