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viernes, abril 19, 2024

Detrás de la puerta

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Ya es tiempo de trasparentar el diario accionar, mejor si de la cosa pública se trata. El último derrumbamiento de otrora lora que cantaba en frágil rama de guayaba, de ninguna manera debe inducir al festejo, porque cosas malas no se celebran; en cambio, debe ser reflexión, para que en el futuro, otros loros, de cualquier rasgo genético: gringo carioco, pálido oriental, pesado grandulón, no vuelvan a insuflar toneladas de palabrerías que marean al bípedo común, como clara evidencia de falta de respeto, como si los gobernados adolecieran de limitados gramos de masa gris.

Está bien que en alguna parte del planeta un desafortunado líder pretenda retroceder construyendo sólido muro, para que posiblemente parientes y amigos adictos a la droga se queden dentro, encerrados, retorciéndose de semejante necesidad. En cambio, sería importante que países productores de estupefacientes, construyeran inmensos coliseos cerrados, en plena oscuridad, para que los encerrados por el muro, pudiesen venir, saltando su propio muro, a saciar su ansiada necesidad de droga. No… ni uno, ni otro. El hombre, dentro y fuera del muro, es el hombre, hijo de Dios. Ni el que consume ni el que produce droga actúa bien. ¿Qué necesidad natural tiene el hombre de drogarse? La única necesidad que tiene es de buscarse y encontrarse asimismo, en la plenitud pura de su naturaleza, sin ningún tipo de droga.

Existe necesidad de transparentar los actos humanos. No es el que está solamente en el gobierno el que comete corrupción. Es también el bípedo que tiene a su cargo la formación de sus hijos, que anda malgastando unilateralmente los recursos familiares en juegos al azar, en bebidas alcohólicas, adulando mujeres extrañas, sin cubrir necesidades básicas de los hijos; es el falso padre que profiere altisonantes y agrias palabras al hijo, en vez de musitarle al oído lo mucho que le quiere, en vez de abrazarle fuerte hasta hacerle reventar conejitos, en vez de besuquearle miles de veces con amor.

¿Cuántas veces al día le dice usted a su hijo que le quiere? Claro que ni una sola vez. Actuamos detrás la puerta, para que los rayos del día no puedan alcanzarnos; para que los ojos de la chismosa no puedan observarnos; “para que los ojos de Dios no puedan vernos”. Un momento. Un momento por favor. Que los ojos humanos no puedan vernos, no significa que los ojos de Dios también. Al menos, eso creemos, dentro de nuestra ingenua concepción burladora.

Transparentar los actos es mostrarse a la luz de Dios, a la luz del sol, a la luz del día, ante nosotros mismos y ante los demás. ¿Es tan difícil actuar con transparencia? ¿Acaso no nacimos de manera transparente, ante los ojos de los galenos, de la madre y de Dios? Quizá por eso Jesucristo dijo: “Dejen a los niños y no les impidan que vengan a mí, porque de los que son como ellos es el reino de los cielos” Mateo 20, 14. Seamos como niños, sanos, transparentes, si pretendemos actuar con auténtica honestidad y vivir cumpliendo los mandatos de Dios. Claro, vivimos en el mundo, cegados por las tinieblas del mundo material. Estamos dando extremada importancia al mundo material que hasta queremos creer que solo ese mundo es la verdadera vida. Tenemos derecho a vivir cegados por la ignorancia; pero, tenemos derecho también a quitarnos esa venda material para mirarnos nosotros mismos, mirar a los demás y tener la grata oportunidad de mirar la grandeza del Señor. ¿Tenemos miedo? Todos tenemos miedo de vernos nosotros mismos, porque no queremos ver nuestra desnudez corpórea, desnudez intelectual y desnudez espiritual, quizá porque nuestra vida ha sido siempre mirar solamente las falencias del prójimo, juzgando y criticando a cuanto más podamos. Entonces, para no vernos y para que no nos vean los demás, nos colocamos dentro la oscuridad, detrás la puerta, para que hagamos las cosas humanas del mundo material. Así funcionan algunos funcionarios, encargando sus actos oscuros a inocentes terceros, ¡qué importa si el pueblo se profundiza aún más en su pobreza!, ¡qué importa si se mancilla la dignidad de autoridad, de funcionario, de padre de familia!. No, eso no cuenta, porque el mundo material manda su dios dinero para adularle, para acopiarle aunque sea con maniobras oscuras hechas detrás la puerta y supuestamente nadie se entere. Falta luz a nuestras vidas, y con razón, a puertas abiertas, falta Dios en nuestro corazón.

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