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jueves, marzo 28, 2024

Sólo una vez capan al gato

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Los recientes cuestionamientos sobre la construcción del aeropuerto de Chincheros, que han involucrado al primer vicepresidente de la República y Ministro de Transportes, Martín Vizcarra, han revelado una vez más las oscuras intenciones de la mayoría fujimorista en el Congreso unicameral creado por el exdictador encarcelado. Tratando de pescar a río revuelto, los fujimoristas tratan de envolver a todo y a todos –menos a ellos- en el mismo saco de la corrupción que ellos fomentaron y contribuyeron a consolidar como uno de los más graves problemas del Perú post-dictadura fujimorista a partir del año 2000.

Luego del escándalo Odebrecht, que removió la conciencia nacional al igual que en muchos otros países de América Latina, pues se puso al descubierto la maraña de corrupción que ha funcionado en los más altos estamentos del estado peruano en los últimos 16 años, escándalo en que los partidarios de Fujimori, el gran perpetrador de negociados y robos al estado y pueblo peruanos intentaron evadir su responsabilidad, tal como es su costumbre, tratando que el ciudadano de a pie no recuerde que fue justamente en la nefasta década dictatorial de los ’90, en que la empresa brasilera realizó sus mayores obras vía contratos en que los sobornos eran la moneda corriente, desde el dictador y su secuaz Montesinos hasta la casi totalidad de sus ministros y parlamentarios.

Como ha quedado muy claro cuando la bancada de la corrupción censuró al ministro de Educación del actual gobierno sin motivo aparente y con los argumentos más falaces y ridículos que se pueda imaginar, como los del inefable y mentalmente perturbado Bienvenido Ramírez, la real intención del fujimontesinismo es debilitar al máximo posible al gobierno democrático y liberal del presidente Pedro Pablo Kuczynski para luego presentar un pedido de vacancia que, considerando la mayoría circunstancial que tienen en el Parlamento, podría ser una real posibilidad.

En estos días en que la fiscalía especializada en lavado de activos está investigando seriamente el origen de la fortuna de los hijos del dictador, incluyendo a la frustrada candidata presidencial, el fujimorismo ha optado por la conocida táctica de los delincuentes que tratan de confundir gritando: “al ladrón, al ladrón”, acusando al ministro y vicepresidente Vizcarra de imaginarias irregularidades en su gestión ministerial, por las cuales han pedido su interpelación, y han deslizado la posibilidad de censurarlo, como al ministro de Educación. La respuesta del oficialismo, desde el presidente Kuczynski hasta el portavoz de la bancada de PPK, Carlos Bruce, ha sido contundente: si el fujimorismo censura al ministro Vizcarra se planteará la “cuestión de confianza”.

Ya era tiempo que el Ejecutivo demostrara firmeza en sus decisiones y respondiera con la Constitución en la mano para desarticular la nueva ofensiva del narcofascismo fujimorista. Luego de la censura al ministro Saavedra muchos demócratas peruanos pidieron que el gobierno planteara la “cuestión de confianza” como una advertencia a la siniestra mayoría parlamentaria que no le temblaría la mano para disolver el Parlamento, tal como manda la Constitución, si se produjera una segunda censura. Sin embargo, las sibilinas maniobras del corrupto cardenal Cipriani, uno de los brazos más importantes con que cuenta el fujimorismo, consiguieron que el ejecutivo desistiera de ejercer su derecho y se produjera un vergonzoso encuentro entre el presidente y la ex candidata bajo la complacida mirada de Cipriani.

Tal como lo habían advertido la mayoría de analistas, esta acción sería interpretada por la bancada mayoritaria y su “lideresa” como un signo de debilidad del Ejecutivo que provocaría en muy poco tiempo una segunda censura. No se equivocaron y ahora está en el tapete la censura a Vizcarra. Pero al parecer ahora ya no la tendrán tan fácil, pues el ejecutivo y los sectores democráticos que apoyan la gestión Kuczynski han dejado de inmediato muy en claro que esta vez no se permitirá un desaguisado parecido que significaría la caída del gobierno democráticamente elegido a manos de una corrupta y espúrea mayoría parlamentaria. Es decir que, como bien dice el refrán: “sólo una vez capan al gato”.

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