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viernes, marzo 29, 2024

Significado de la crisis moral y política del país

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¿Será está crisis moral y política el peor momento del Perú? Claro que sí; claro que no. Depende de qué lado estés, o de qué ángulo mires.

Vivimos, por un lado, el momento más sombrío y vergonzoso de nuestra historia; asfixiados por la inmundicia ética y moral; la corrupción institucionalizada, la inseguridad y la descomposición política nacional.

El Perú está gravemente enfermo, contaminado por las heces virulentas de los llamados padres de la patria. Ante cuya situación las jóvenes generaciones carecen de brújula; están desconcertados por la desconfianza marcada por los ejemplos delincuenciales de los cuatro últimos expresidentes (Alberto Fujimori, Alan García, Alejandro Toledo y Ollanta Humala, y sus secuaces). Los mismos que están siendo juzgados por escandalosos actos de corrupción. Más allá de los veredictos jurídicos, dudosos como siempre, por estar en manos de fiscales y jueces proclives a la dadivosa absolución, constituye un hecho sin precedentes.

En cada obra faraónica o pequeña están las huellas de la ignominiosa felonía, de coimas millonarias insaciables y de frustración consuetudinaria colectiva. A consecuencia de las cuales, expresadas en sobrevaloraciones y sobornos, miles de escuelas dejaron de construirse; millones de niños y niñas pasan hambre, y se agrava la desnutrición crónica infantil; muchísimas poblaciones ven postergadas sus sueños de agua potable y luz. La desgracia del país está, pues, contaminada desde la cima del poder hasta bajo

Por eso saltan a la defensiva los vocingleros cancerberos del Congreso, en defensa grotesca del caudillo. He ahí los Mulder y los Del Castillo, los Benites y los Pedraza; Los Galarreta, los Becerril y las Alcorta, gruñendo entre dientes.

Ante este borrascoso episodio que nos humilla como nación, nuestros jóvenes ahora no tienen en quién creer. Porque, Inclusos, los “depositarios” clericales de la moral, protegen con el manto de la impunidad a los pedófilos con sotana. Estos hechos son señales de que hemos llegado al fondo de lo antiético e inmoral. Estamos condenados, por algún tiempo, a soportar la vergüenza por tanta vileza, e ingenuidad por nuestra parte: confiar en los caudillos de ayer y de hoy.

Sin embargo, visto desde otro lado, lejos de todo sadismo y masoquismo, este momento de crisis ético, moral y político, es la mejor oportunidad, para levantarnos y crecer. Pues nunca como hoy la enfermedad crónica y epidémica del país está claramente diagnosticada, con la radiografía de ODEBRECHT. Consecuentemente, si hemos llegado al fondo de la fosa infesta sólo tenemos la alternativa de impulsarnos hacia arriba.

Este es el momento para que lo mejor de la juventud alce la voz y asuma su rol reivindicativo generacional. Es hora de que la reserva moral, que reposa en los “pulpines”, impregne en el pueblo el sello distintivo de su generación y los valores creativos de su tiempo. Ellos y solo ellos son capaces de construir lo inédito; libres de todo condicionamiento. No importa ni importará cuántos agravios puedan recibir de los artífices de las artimañas, enquistados en caducas organizaciones políticas. Partidos políticos convertidas, hoy, en simples vientres de alquiler.

Por supuesto que todo atrevimiento tiene su precio. Pero vale la pena luchar por un nuevo orden, por una nueva democracia y por un nuevo concepto de patria.

Es hora de poner fin a las malas artes de gobernar y sepultar a los caudillos, expertos en manipulación de conciencias para sus propios fines corporativos; muchos de ellos empaquetados con celofanes de modernidad.

Y, siendo así, ha llegado el momento, también, para que las universidades, lejos de la robotización de los estudiantes con barnices tecnocráticos, impuesta por el fujimorismo, produzcan nuevos cuadros, capaces de asumir su rol transformador. Es hora de despertar y fertilizar nuevos campos y construir nuevos caminos a partir de las vergonzantes lecciones de las viejas mañas.

Por eso, ante esta obscena y amarga circunstancia, es ineludible recordar las palabras de Manuel Gonzáles Prada: ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!

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