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jueves, marzo 28, 2024

Cinco declaraciones del cristianismo reformado

Hablar del cristianismo es hablar de Cristo y sus millones de seguidores. Hasta el siglo XV, los cristianos se agrupaban bajo dos corrientes principales, dos “poderes”: la iglesia católica romana y la ortodoxa griega. Éstas se separaron (finalmente) en el año 1054 cuando el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente.

A partir del siglo XVI surgió una corriente más: los llamados protestantes. Con la reforma iniciada por Lutero en 1517, diversos clérigos católicos y teólogos buscaron corregir las enseñanzas y prácticas religiosas basándose en la Biblia y no en la tradición ni el magisterio, que tantos errores habían sumado a los largo de los siglos. Es así, que se fueron estableciendo cinco puntos teológicos, cinco declaraciones fundamentales conocidos del latín como “Las cinco Solas”.

“Sola scriptura”: Sólo por medio de la Escritura. La revelación escrita de la Palabra de Dios es la máxima y única autoridad. Ella contiene las profecías judías que anunciaron la llegada del Salvador, y las enseñanzas de los apóstoles que vieron y oyeron a Jesús. La revelación dada no puede ser contradicha, cambiada o añadida. Como el mismo apóstol escribió: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gá.1:8). No hay ningún hombre, pastor, papa o concilio; ninguna tradición, milagro, profecía o visión que tenga autoridad superior a ella. La Biblia es nuestra única regla de fe y conducta.

“Sola gratia”: Sólo por gracia. El perdón y la salvación son un don de Dios, no lo merecemos ni podemos ganarlos. Somos pecadores, condenados y nuestras “mejores obras” jamás alcanzarían para habitar en comunión con la santidad de Dios. En la carta a los Efesios leemos: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef.2:8,9).

“Sola fide”: Dios salva sólo por la fe. La carta a los Romanos declara que “el justo por la fe vivirá” (Ro.1:17) y fue precisamente el descubrimiento de esta verdad lo que dio inicio a la reforma. La salvación se recibe por creerle a Dios, por volver a él confiando en su palabra, su amor y perdón; no por penitencias, ni obras piadosas, tampoco por pertenecer a determinada iglesia. Por supuesto, esta fe debe ser personal y genuina; implica un sincero arrepentimiento y un deseo de vivir con Dios haciendo lo que a él le agrada. Las obras son consecuencia natural de una verdadera fe.

“Solus Christus”: Sólo por medio de Cristo. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Tim.2:5). El Hijo de Dios vivió la única vida perfecta sobre la tierra, pero murió llevando todos nuestros pecados, sufrió nuestros dolores y resucitó para nuestra justificación. Él es La Puerta, La Vid y El Pan. Él es “el camino, la verdad y la vida”, nadie puede ir al Padre si no es por medio de él. No necesitamos intermediarios. No nos salva una iglesia, ni un pastor, ni una indulgencia o perdón otorgado por hombres. Dios nos perdona en Cristo.

“Soli Deo gloria”: Sólo a Dios es la gloria. Él es nuestro creador y sustentador; él es quien provee nuestra salvación; por lo tanto sólo él merece nuestra adoración, amor supremo, servicio, sumisión y lealtad. Sólo a él pertenecen nuestras vidas; vivimos por él y para él; y nuestro propósito en la vida es glorificarle y darle a conocer.

Cinco verdades bíblicas que reformaron el cristianismo. Cinco verdades que hoy siguen transformando vidas. Cinco verdades al alcance de todos. “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Ro.11:36)
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