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sábado, abril 20, 2024

El motocarrista intolerante

El viernes pasado, a las 5.30 de la tarde, saliendo de la Dirección Regional de Agricultura San Martín, en Tarapoto, quise robarle al tráfico de la ciudad una cuadra con la finalidad de ganar tiempo y ahorrar un poco de gasolina. Hice lo que casi siempre se ve en la cuarta cuadra del jirón Ángel Delgado Morey, que es la proyección del jirón Leguía, hacia el norte de la ciudad. Digo “robar”, porque me desplazaba en sentido contrario del tránsito para entrar al jirón Guillermo Sisley.

El tramo, de una cuadra, entre el predio de Agricultura hasta la calle Sisley es de un solo sentido, mientras desde la sede de Agricultura hasta Circunvalación es de doble vía, en el mismo Jirón Ángel Delgado Morey. No sé si las autoridades locales han evaluado el tránsito en el sector, para hacerlo más práctico y adecuado a las necesidades del tráfico vehicular. En el tramo que indico, cuando se estacionan los vehículos de la policía y del serenazgo en la alameda que es ancha y es un resquicio de área verde que dispone la ciudad, tenemos que vernos obligados a cumplir con las normas y para regresar a nuestra casa tenemos que dar una inmensa vuelta.

Normalmente, cuando le “robamos” ese pedacito al tránsito, si no nos desplazamos por la alameda lo hacemos por la pista teniendo las precauciones del caso, pues sabemos que estamos violando las normas de tránsito, lo que está mal por cierto. Cuando lo hacemos, los que se desplazan en el sentido correcto toman dos actitudes: casi siempre les es indiferente porque no les importa que haya conductores que violen las normas de tránsito, o puede ser que mantienen una actitud de tolerancia y comprenden la situación; en el siguiente caso, hay personas que no pueden soportar que alguien pueda tomarse la libertad de recorrer un pequeño tramo de la vía y es entonces que reaccionan de varias formas: o te advierten mediante un vocerío, o quieren hacer justicia por su cuenta.

El viernes pasado bajaba por ese tramo del jirón Ángel Delgado Morey y pude darme cuenta que entre los motocarristas que venían en el sentido correcto, había uno que se pegó de manera temeraria hacia el lado izquierdo por donde me desplazaba para darme un escarmiento y cuando el atropello era inminente, el sujeto hizo un quiebre a su derecha y el otro vehículo que venía detrás del sujeto tuvo que hacer una maniobra temeraria. Su intolerancia estuvo a punto de causar una tragedia.

Este caso se vincula con nuestra propia conducta cuando no sabemos controlar las emociones, que se relaciona al valor de la tolerancia, porque muchas veces existen personas que sus actitudes ante la vida solo lo entienden a partir del cumplimiento irrestricto de reglas, normas y reglamentos y salirse de ellos es un crimen. Ocurre que entienden que el decurso de la vida es una línea recta; sus vidas solo se desarrollan en los extremos: o sea, no hay términos medios. Y quienes lo entienden así son precisamente personas absolutamente deshonestas, incapaces de una indulgencia ante las pequeñas debilidades y faltas humanas, que se cometen sin mala intención. Tengamos cuidado con estos individuos: incluso algunos pasan por beatos.

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