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sábado, abril 20, 2024

La muerte y sus sentidos

En estos interesantes días de finales de octubre e inicios de noviembre, nos es dado ver variadas manifestaciones relacionadas al misterio de la muerte, como por ejemplo la celebración del “Día de Muertos” (“celebración tradicional de origen mesoamericano para

honrar a los difuntos que se celebra principalmente los días 1 y 2 de noviembre, coincidiendo con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos”) y que para quienes tenemos nociones de ciencia cosmobiológica tiene una profunda significación y relación con el signo zodiacal que rige estos días (escorpio) signo por excelencia de la muerte y la transmutación existencial.

Por ello, motiva meditar y compartir estas meditaciones acerca del misterio eterno de la muerte y sus variadas manifestaciones en los diferentes planos, lo que nos permitirá ayudar en algo,sin duda, para encaminarnos hacia la sabiduría y la paz verdadera.

Así, sin un orden particular viene a mi mente un Paramita (Pensamiento trascendental) del Maestre Dr. Serge Raynaud de la Ferrière que hace unos años me asombró singularmente:

“En el caso de los luminares (Sol y Luna), por ejemplo, las disonancias duran dos veces más que sus armonías: Esa es la razón profunda de ese hecho bien conocido de que la vida presenta más desagrado que satisfacciones, más disturbios que euforias y que poco a poco la máquina fisiológica se destruye; la MUERTE acaba siempre triunfando sobre la VIDA. La Naturaleza, esta fuerza fatal que dirige todo lo que se puede percibir, desde la brizna de hierba hasta el Sol, es la misteriosa potencia contra la que el hombre está en lucha continuamente.”

Estos pensamientos me recuerdan que, justo en estos días, vino a mi presencia (gracias a mi hermano Iván) un video muy interesante titulado “Celui qui tombe” de Yoann Bourgeois que –como expresión del arte verdadero- transmite profundas enseñanzas mostrando a tres parejas corriendo y moviéndose de diversas formas (separados y agrupados) sobre una plataforma cuadrada giratoria en medio de la “nada” oscura del escenario, con la música de fondo también muy significativa de la canción “My Way” o “A Mi Manera” (o sea, casi siempre viviendo sin obediencia a las Leyes Superiores) hasta que al final, después de varios giros de la plataforma, todos terminan cayendo muertos.

Ello ilustra muy bien a lo que llamamos comúnmente la “vida” (ese vegetar o transcurrir de los días movidos por las influencias naturales básicas, interiores y exteriores, como bolas en un gran tablero de billar) ignorando completamente las potencialidades de verdadero poder, libertad y trascendencia, hasta que en los días postreros “nos sorprendiera la enfermedad y la muerte”. Como bien lo expresa nuestro querido Maestre el Dr. David Juan Ferriz Olivares:

“Si en la nueva Era nos priváramos totalmente de todo lo que conlleva la Jñana [Saber verdadero, Conciencia de Vida, Yachay, Gnosis] podría ocurrir que tengamos la impresión de no haber vivido plenamente, o de haber confiado o esperado pasivamente en que el mañana nos hubiera deparado las experiencias correctivas que habríamos necesitado, y de ese modo, siempre en equilibrio inestable entre lo que fuimos y lo que queríamos llegar a ser, habríamos seguido un camino incierto hasta que en los días póstumos nos sorprendiera la enfermedad y la muerte.”

Esto ha sido señalado desde la antigüedad por los grandes Maestros de la humanidad, así como por algunos grandes poetas, que han significado a la muerte también como una MUERTE DEL ALMA, aun estando físicamente vivos (‘vegetando’). Por ejemplo, al referirse a los grandes clérigos del Cristianismo Primitivo y el Santo Graal (Grial) el Dr. Serge Raynaud de la Ferrière nos recuerda que “los iniciados al esoterismo cristiano eran llamados los ‘vivientes’ por oposición a los mortales o profanos.”

Esto se remite al mismo Jesús el Cristo (el Maestre Jhesú) quien indicaba simbólicamente a sus discípulos: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”…

De ahí que, aquellos grandes Maestros del Cristianismo más prístino recomendaban enfáticamente a sus iniciados -para alcanzar el estatus de VERDADEROS VIVIENTES- tener constantemente presente en el espíritu la idea de la muerte que se aproxima día a día, como medio concreto para enfrentar la implacable realidad ante la cual palidecen todas las alegrías y todas las preocupaciones de la Personalidad (ego). Así es como aprendemos que, en efecto, “todo es vanidad y tormento del espíritu”.

En ese sentido, entre los poetas también se ha manifestado esta profunda meditación de la muerte. Así, tenemos a PABLO NERUDA en su poema “Muerte Lenta” (“muere lentamente quien no lee…quien se transforma en esclavo del hábito…quien no gira el volante cuando está infeliz con su trabajo…etc.) o CESAR VALLEJO en “TRILCE” (“Estais Muertos”):

“Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino. El no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca, sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades. Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.”

“Así pues, morir a la vida física [también entendida como vida profana, aquella que “ignora la expresión superior de la existencia”] es nacer a la Vida Cósmica”. (Serge Raynaud de la Ferrière).

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