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viernes, marzo 29, 2024

Folklore amazónico, Chucchi, el hijo de Dios

Por entre la inmensa fauna mítica amazónica se manifiesta la riqueza imaginativa del pensamiento mágico -religioso de los pueblos que, más aún en las ubérrimas tierras de la Amazonía peruana, donde la cultura occidental no ha puesto todavía sus pisadas, en la mayoría de sus tierras vírgenes, permanecen puras las manifestaciones míticas de estos pobladores. Sus mitos, leyendas, supersticiones, costumbres, recién están siendo objeto de estudio. Allí está puro lo maravilloso, lo mágico unido al paisaje que tanto influye en el comportamiento del hombre selvático. Su poesía, su religión, sus mitos, todo pasa por ello. Inmerso en la naturaleza es uno más en el concierto. Pero es ley de evolución social e histórica que llegue el forastero, se mezcle, aprenda y enseñe. Y todo se hace mancomunado en este Perú pluricultural.

Pero, abreviemos.
La idea-sentimiento de un dios del bien es connatural a todos los seres humanos. No es patrimonio de una cultura determinada, ya que el sentimiento religioso brota puro del limpio corazón humano, aun de las necesidades y urgencias más arduas del trabajo del habitante rural. Hermoso, pero también muy azaroso es el medio selvático y lo más hermoso en esas circunstancias, es una mano amiga y desinteresada que nos brinde acogida. De eso trata esta historia.

HISTORIA DE CHUCCHI, EL HIJO DE DIOS
Ya se marchó el anciano que hospedábamos. Anda, atiza la candela, abrígate y escucha esta historia de nuestros abuelos. Los que lograron ver a Chucchi decían que hubiera podido ser un niño, pero tenía semblante de viejo. Aprecia de golpe y no se le veía más. Iba a todas partes “Quiero descansar en tu casa”, le dijo a uno. “Descansa”, le contestó. Le dio cobijo, le dio de comer. Después que Chucchi se había ido, la casa de ese hombre se volvió como nueva, muy bonita. Con otro, que conversaba amistosamente, cuando ya Chucchi se había ido, su chacra se hizo grande, linda, llena de toda comida. Así era Chucchi. Un día un hombre estaba trabajando solito, muy triste. “No tengo gallinas, patos, nada. Los pocos que tengo no dan cría. Entonces Chucchi se quedó allí para descansar y conversaba con el hombre triste. “No te desanimes. Con el tiempo vas a tener un buen gallinero, lindo”. Así le hablaba Chucchi el niño viejo. Y así fue. El hombre llegó a prosperar, muchas gallinas, buena casa, buena siembra.

Pero otras veces Chucchi encontraba a otros hombres que no querían recibirle. “Háganme descansar en su casa” –les decía-, pero ellos no; ¡”Anda, vete de aquí, viejo asqueroso”! Así le insultaban. Y el pobre Chuchi tenía que irse. Al rato después, la casa de esa gente mala empezó a caerse de un lado y también se les perdió toda la comida que tenían. Así andaba Chucchi por todo el mundo probando el corazón de los hombres, los que se portaban mal se quedaban sin yuca, sin nada para comer. Las pasaban muy mal.

Eran hombres que se enojaban mucho casi no se portaban como gente”. Y así Chucchi daba la vuelta al mundo. Llegó hasta la orilla de todos los mares y de allí seguía caminando. Él sabía sanar toda clase de enfermedades. Lo podía todo. Andaba sanando a toda la gente. A veces había personas que no querían recibirlo, no le daban de comer, no le hacían dormir en su casa. Le largaban insultándole. Ese viejito que andaba visitando a todos nosotros … hasta ahora…

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