Hace unos días se conoció la muerte de una menor de 16 años, deportista peruana integrante de la selección de vóley infantil de nuestro país. Circunstancias extrañas que hasta la fecha se investigan.
Como siempre suele pasar, luego de conocer un episodio a través de los medios de comunicación y las redes sociales, nos volvemos jueces, criticamos y hasta culpamos a la víctima, que como en este caso, ha sido cuestionada por estar en el lugar, con las personas y haber actuado de cierta manera.
Además, volvemos a tratar el tema del manejo de la información cuando de una menor de edad se trata, muchas especulaciones que no respetan a la víctima que ya no está en vida.
Sin importar el tema de género, sexo, esta muerte debe ser investigada hasta el final. Un promesa, como toda joven se ha ido y nadie puede explicar qué es lo que pasó.
Cómo llegó a la fiesta, con quién fue, qué tomó… son las preguntas que la gente quiere saber.
Culpar a los padres, madres por no “controlar a la hija”, ha sido otra constante. Sin embargo, no queremos mirar al lado cuando tenemos hijos muy cerca que tantas veces han desobedecido y en algunos casos dimos licencia.
Las cosas deben aclararse, y determinar responsabilidades, saber qué pasó con la menor, los padres que estaban lejos no sabían lo que estaba pasando; la menor tampoco puede ser culpable de lo que le pasó, una vida se ha perdido y eso debe resolverse.
Cuando adolescente quise conocer muchas cosas, quise experimentar algunas que incluso me prohibían, tuve la suerte de cruzarme con personas que no me hicieron daño. Esta vez, esta menor no tuvo aquella fortuna.