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jueves, marzo 28, 2024

La experiencia del FONDEAGRO

Muchos ciudadanos habrán escuchado hablar de esa entidad que estuvo vigente solo cuatro años, reactivada ante la desaparición del ex Banco Agrario del Perú, en el año de 1992 para canalizar los recursos del gobierno central. Me refiero al ex Fondo de Desarrollo Agrario de la Región San Martín, del cual fui su gerente. Nunca fue un programa de apoyo social, como creyeron muchos.

Mi llegada al Fondeagro se dio por invitación del Ing. Gonzalo Villavicencio Aguilar, entonces Director Regional de Agricultura San Martín y, pocos días después, presidente del Consejo Transitorio de Administración Regional (CTAR). Lo que sucedió, a partir de mayo de 1992 a marzo de 1996, es una historia de grandezas y miserias; de logros jamás tenidos en cuenta, y de frustraciones como nunca dejan de existir. Sabemos que las miserias tienen su origen en esas personas en las que confías y que quisieran hacer de nuestras vidas, dramas y, de repente, fatalidades. Eso es lo que gané al final de todo el proceso. Y nunca he podido encontrar una explicación.

Hubo una inmensa expectativa en el momento que se constituyó el Fondeagro regional que, desde el primer momento, fue un proceso político. En efecto, el gobierno regional, ya presidido por Gonzalo Villavicencio, invitó al presidente de la Federación Agraria Selva Maestra a recibir simbólicamente el cheque por US$ 1´575,000.00 que se destinarían para atender la campaña agrícola de ese año, con el que se atendieron a los comités de productores y a las empresas constituidas, como Maíz Picota, Arrosamsa, Gasamsa y Maselva, principalmente. Para la atención a los comités se utilizó el mecanismo de la intermediación crediticia. ¿Cómo podríamos atender a un universo tan grande con menos de dos millones de dólares si el ex Banco Agrario canalizaba más de 60 millones de dólares al año? ¿Y cómo se logró la tranquilidad social cuando no era posible atender la campaña total en una época de fuerte convulsión social?

El Fondeagro hizo un esfuerzo supremo en lograr su propósito; y lo hizo. Debo reconocer el profesionalismo y la calidad personal de los miembros del Directorio constituido por Manuel Augusto Láinez Guerrero, Manuel Osores Escurra, Antonio Cuadros Basurco, Eduardo Pinedo del Águila, Cesar Gamarra Rodríguez, Jorge Gallardo Castillo y José Ignacio Santisteban Tello, de un equipo competente y propositivo. Establecimos una estrecha relación de trabajo con la Dirección Regional de Agricultura y con los comités de productores. Jamás, nadie cuestionó el trabajo que hicimos.

Nuestro contacto con los productores fue permanente. A pesar que nacimos “muertos”, pues la ley de creación de las Cajas Rurales daba vigencia a los Fondeagros hasta el 31 de diciembre de 1993, entre los años de 1994 y 1995 nos desactivaban continuamente hasta que se cierra en marzo de 1996, debido a cierta circunstancia, que es otra historia aparte y que, como escribí al principio, forma parte de esa miseria, tan cierta como increíble. ¿Cómo pudimos mantenernos si cada seis meses desactivaban los Fondeagros nacionales, y el de San Martín, obviamente? Preguntas que sí tienen respuestas. (Continuará).

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