Una puñalada en la espalda he podido sentir el 24 de diciembre cuando estábamos cerca de las 12 de la medianoche para celebrar la Navidad, y es que conocer la decisión de indultar a Alberto Fujimori, por la forma cómo se hizo, destrozó la celebración que esperábamos.
Es que lo sucedido días antes en nuestro país, con el tema de la vacancia presidencial y ver cómo en el mismo debate se acomodaban las fichas, era más que evidente que las negociaciones ya estaban en camino. Pero ha sido tan burda la forma, que ante la defensa de una democracia, en la que no creyeron nuestros políticos, PPK traicionó por defender su trono a quienes creían que el famosos “debido proceso” (frasecita harto utilizada), deberían darse.
Pero el presidente mintió otra vez, le mintió a toda una Nación, que espera aún respuestas claras de todo lo que se le imputa, porque el cuentito de no conocer nada de lo que hacía su socio, tampoco se lo traga nadie.
Si bien es cierto que el presidente tiene la potestad de indultar, pero debe hacerse con la reglas claras. Hay que tener en cuenta que Alberto Fujimori es un sentenciado por delitos de lesa humanidad, no es otro viejito con cara de buena gente, que no sabía lo que hacía su socio Vladimiro Montesinos.
Con esta decisión el país está dividido, una vez más, pero se siente la rabia, la indignación, porque la defensa que se hacía a la democracia, días atrás, ha sido vulnerada, por ese negociado que ya se conoce, como buen lobbista que es considerado el presidente.
Los delitos por los que Fujimori ha sido sentenciado son: usurpación de funciones, matanzas en Barrios Altos y La Cantura, secuestros, delitos de peculado, corrupción y por haber desviado los fondos de las Fuerzas Armadas y el Servicio Nacional de Inteligencia (SIN) para financiar los famosos “diarios chicha”.
Algunas renuncias ya se dieron, PPK no ha salido a dar mensajes como antes del debate de su vacancia. Lo que se viene es incierto. Dios nos ampare.