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viernes, abril 19, 2024

El ministerio de la Vergüenza

Elsa Galarza no sabe, desconoce mayormente, que el 2011 el Área de Conservación Privada Chaparrí obtuvo el primer puesto en el Concurso Nacional de Innovación y Buenas Prácticas en Turismo Rural Comunitario-INNOVATRC, organizado por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo y la Universidad del Pacífico.

Ella anda presa de un alzheimer selectivo que le impide recordar que fueron los miembros de la comunidad campesina Muchik -administradores del ACP de Chongoyape- quienes soportaron las piedras y desalojaron a los invasores del Santuario Histórico Bosque de Pómac, cuando los policías mandados traer de Lima ya ni con su alma podían.

Que alguien le pase la voz a la ministra del escándalo que fue esa misma comunidad la que se sacó la mugre organizando cuadrillas para ayudar a sofocar los incendios en el refugio de vida silvestre Laquipampa. ¿Alguien podría recordarle que José Napoleón Torrillo, teniente gobernador del caserío El Mirador, fue asesinado hace un año por traficantes de tierra?

“Tú te has venido corrido de Chota y te vamos a matar, para que no te metas en lo que no te importa”, le dijeron los cuatro zamarros que ingresaron a su casita para molerlo a golpes y asfixiarlo, ahí nomás, delante de su esposa, Flor Vallejos.

Los mismos bellacos que ahora han vuelto a la carga invadiendo el área de concesión privada en busca de terrenos. Seres despreciables que esta semana tocaron la puerta de la viuda para intimidarla y recordarle a los comuneros que Chaparrí es tierra de nadie. Que nadie vendrá en su ayuda. Que tranquilamente puede haber otro muertito.

Y ante la crisis social y ambiental que se cierne sobre el área, otra vez la ministra del Ambiente, Elsa Galarza ha desnudado su sensibilidad de agente de la KGB, su apego a los extremos de las normas cuando los márgenes le sirven para pasar piola y no chocar con los intereses de terceros.

Ante el pedido de ayuda de la gente de Chaparrí, Galarza fue contundente en demostrar de qué lado anda. Dijo, con ignorancia supina, que el Estado no puede intervenir porque se trata de un área privada y punto. Es decir, Galarza hizo -en un santiamén- que el Estado renuncie a la fauna y flora silvestre, a los árboles centenarios y las nacientes de agua dentro de Chaparrí. Como es un “pleito entre matones y defensores de un área privada”, lo mejor para Galarza es sacar el cuerpo.

Igualito nomás como pasó hace poco con el derrame de una poza de lixiviación minera en el valle de Condebamba, en Cajabamba, desastre que arrasó plantaciones de palta, alfalfa, maíz y frutales y mató decenas de animales. Las comunidades de Liclipapa Bajo y Chingol fueron las afectadas y aunque el olor intenso de los químicos se percibía a kilómetros, la ministra no armó conferencia para comunicarle al país el crimen y el castigo. No señor. Calladita nomás se quedó porque seguramente esas chacras y animalitos muertos son, como en Chaparrí… ¡cosa de privados, caracho!

Pero esto no es nada nuevo. La salud de los peruanos parece valerle madre. No le interesó, por ejemplo, que el Instituto Blacksmith calificara el 2013 a La Oroya como la quinta ciudad menos recomendable para vivir en el planeta. Galarza hizo caso omiso a la presencia de metales pesados como mercurio y arsénico, pesticidas y radionúclidos en el aire, suelo y agua.

Cerró los ojos y no quiso recordar, tampoco, los análisis de plomo en la sangre realizados el 2015 por la Estrategia de Metales Pesados de la Red de Salud del Yauli en La Oroya. Ese estudio mostraba que cientos de niños nacen con plomo al identificar valores superiores a los 2.000 mg/Kg de plomo, cuando el estándar nacional es de 140 mg/Kg; es decir, había 10 veces más de lo “permisible”.

Niveles de contaminación que estarían ocasionando impactos en la salud de madres gestantes y niños, población más vulnerable, pero la ministra prefiere la inversión privada a raja tabla. Si no, ¿cómo entender que el Ministerio del Ambiente (Minam) intentara elevar el parámetro de emisión de dióxido de azufre de 20 a 250 microgramos por m3, según el proyecto de decreto que modifica el Estándar de Calidad Ambiental (ECA) para aire? ¿Para qué? Para rematar el complejo metalúrgico al mejor postor.

Entonces si uno revisa el pasado reciente de Galarza las náuseas y la vergüenza ajena son imposibles de evadir. Es inaudito, como dice Karina Pinasco de AMPA, lo que está pasando: “Con un ministerio del ambiente que no cumple con el principal rol para el cual fue creado: defender la vida (…) no puede decir el Minam que no tiene competencia y dejar que los traficantes de tierras hagan de las suyas. La gente muere por defender su territorio”.

Galarza seguro no entenderá tampoco a Heinz Plange, destacado fotógrafo y ambientalista de raza, que se ha desgañitado esta semana tratando que el Estado le lance un salvavidas a Chaparrí. “El gobierno no se da cuenta del nuevo tipo de terrorismo, el tráfico de tierras es un negocio ilícito más lucrativo que la cocaína. La violencia y muertes en Chaparrí son responsabilidad del Minam, Sernanp, Serfor, Policía, Ministerio Público, gobierno regional y Poder Judicial”, ha dicho sin pelos en la lengua.

La mafia debe estar riéndose de placer con las declaraciones de Galarza. Los corruptos deben andar con la panza al garete, aplaudiendo la inercia del Minam. Los asesinos deben andar limpiando sus pistolas para un próximo ataque porque, como dice la gente, “a la vista se ve” que el Estado ha abandonado a Chaparrí. El Ministerio del Ambiente da arcadas.

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