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Sobre corrupción

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“Diez soles por no contar con seguro de accidentes actualizado, quinientos soles y una caja de cerveza por aprobar la sustentación de tesis, cincuenta soles por acelerar un trámite, un porcentaje por apoyar en el juicio, un porcentaje mayor por conceder la licitación o por falsear el estudio ambiental, un ministerio por financiar la campaña”, y la caja sigue sonando. La evaluación de percepción de corrupción del sector público hecha por transparencia internacional 2014 señaló que el Perú obtuvo 38 puntos de 100, donde 100 significa la ausencia de corrupción y 0 un gran nivel de corrupción. ¿Por qué?

Asumiendo que un acto de corrupción es un delito, encontraremos que hacía 1890 el sociólogo Emile Durkheim propuso que la razón de la criminalidad, delincuencia o la desviación a la norma no se encontraba en razones biológicas internas si no en enfermedades sociales, así una sociedad con instituciones desequilibradas y poca unión entre los individuos generará la ausencia de respeto por las reglas y normas. Este desequilibrio institucional por ejemplo es evidente en los diferentes procesos burocráticos de nuestro estado. Conseguir diversos requerimientos para la vida cotidiana implican increíbles gastos de tiempo, dinero y energía a tal punto que resulta más fácil sobornar o “solicitar favores” que cumplirlos. Y esto en aspectos mínimos, si hablamos de temas de mayor complejidad como acceder a una educación de calidad, una vivienda digna, un seguro médico eficiente. Las limitantes socioeconómicas son tan diversas que pareciera que el único recurso es robar mucho dinero y costearlos. Por otro lado nuestros graves problemas de racismo y exclusión son indicadores de falta de unidad como nación. Sobre esto Durkheim señaló que la ausencia de aceptación de normas es necesaria en el sentido en que moviliza a la sociedad para establecerse a un nuevo orden más útil para sus miembros. En ese sentido nuestro enorme problema de corrupción no es otra cosa que un síntoma que nos debería motivar a emprender nuevos caminos hacia el desarrollo integral.

Sin embargo muchos estarán de acuerdo de que aunque convivamos en un país donde obtener satisfacción es difícil, no todos optamos por el camino de la corrupción, entonces ¿qué otras variables están implicadas al momento de ceder o no ante la posibilidad de obtener algo por vías poco convencionales? Al respecto el psicólogo Mirko Requejo Nuñez en 2014 realizó una investigación con presos del penal de Pampas de Sananguillo de Tarapoto, con el fin de determinar si el desarrollo psicosocial de los presos evaluados tenía influencia en su reincidencia hacia la conducta delictiva. Uno de los resultados a resaltar en esta investigación fue que el 47,62% de los internos percibieron un “Estilo Parental Permisivo”, esto quiere decir que tuvieron padres que intentaron eliminar todas las dificultades en su vida, hasta intervenir directamente haciendo las cosas en lugar de ellos, además de no existir una autoridad clara en el hogar.

Tomando esto en consideración encontramos que la conducta delictiva, en específico la corrupción, responde a un aprendizaje social. De ahí que personalmente considere que aunque son importantes las iniciativas macro de veedurías, comisiones de investigación, portales de transparencia entre otros, no son respuestas reales a un problema que tiene que ver con la conciencia de los individuos. Todos los Peruanos mantenemos el estado de corrupción en el país ya por sea por si la cometemos o por que no la denunciamos. Cometer un delito de corrupción aunque no muestre consecuencias inmediatas como si lo hace un hurto a mano armada, afecta directamente a miles de personas, por ejemplo si existen funcionarios aceptando dinero del narcotráfico se estará generando sufrimiento a las miles de familias con miembros adictos, a los campesinos involucrados en el cultivo, a las comunidades con micrográfico, al espacio ambiental donde terminan los químicos para la fabricación de drogas, etc, etc. Y sucede lo mismo en diferentes ámbitos, teniendo como consecuencia infraestructura de mala calidad por licitaciones fraudulentas, desarrollo limitado por conflicto de intereses con otros poderes y sigue la cuenta. En tal sentido la corrupción no es otra cosa que la manifestación del egoísmo, de la incapacidad de pensar comunitariamente. Problemas a los que se hace frente con el altruismo, la empatía, el sencillo amor por el otro.

Seguramente frente a esta conclusión se escuchan las voces del conformismo manifestando que la naturaleza humana es egoísta, que las cosas se mantendrán así por siempre, que hay que aprender a vivir con ello. Sin embargo la ciencia en las últimas décadas ha confirmado lo que las disciplinas espirituales ya conocían hace siglos, y es que el respetar al otro, pensar comunitariamente, amar al prójimo son aspectos que se entrenan y estimulan en especial durante la infancia. Tras dos semanas con 30 minutos diarias de intervención con niños de primaria en aspectos como el altruismo y la compasión se encuentran cambios medibles en el cerebro, cambios que por la edad es muy probable que se mantengan a lo largo de la vida adulta. Y esto no cierra las posibilidades a adolescentes y adultos, ya que la adolescencia es conocida neuropsicológicamente como la oportunidad de reinventarse, y en la adultez la plasticidad del cerebro nos permite cambios tan asombrosos como ver con la lengua si perdemos los ojos. Es una cuestión de decisión.

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