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“La Amazonía es un paraíso para los negocios ecológicos”: Dr. Dennis Del Castillo y el llamado a restaurar el paisaje en Ricuricocha

“La Amazonía no necesita discursos, necesita acción. Y esa acción empieza restaurando lo que tenemos. La naturaleza devuelve siempre lo que le das, pero hay que hacerlo con visión de largo plazo”.

Por: Beto Cabrera M.

Desde la orilla de la laguna de Ricuricocha, bajo la brisa que trae ecos de vegetación y agua, el doctor Dennis Del Castillo, investigador y experto en restauración ecológica con más de 20 años de experiencia en la gestión de ecosistemas amazónicos, reflexiona sobre el enorme potencial ambiental y económico que posee la región San Martín. Con una trayectoria respaldada por proyectos desarrollados junto al Banco Mundial, USAID, BID, la Unión Europea, la OTCA y la Cooperación Finlandesa, Del Castillo combina la mirada científica con una visión práctica del desarrollo sostenible.

El especialista explica que la reciente actividad del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) en Ricuricocha consistió en la dispersión de esferas restauradoras, una técnica que busca devolver la vida al paisaje degradado. “Hemos dispersado bolitas o tubitos hechos de materia orgánica, suelo, arena, arcilla y excremento de vaca, que contienen semillas locales. La idea es promover la regeneración natural de plantas nativas, lo que en el mediano y largo plazo permitirá el retorno de la fauna. Eso es lo que llamamos restauración del paisaje”, explica.

A diferencia de la reforestación convencional, la restauración de paisaje busca reactivar los procesos ecológicos que dan origen a un ecosistema sano. “Cuando ocurre un incendio, se quema toda la vegetación y luego las lluvias arrastran la capa más fértil del suelo. Con esta técnica evitamos que eso ocurra, sembrando plantas locales de rápido crecimiento. Cada región tiene sus especies propias y, en el caso de San Martín, queremos que la vegetación nativa vuelva a cubrir los alrededores de la laguna de Ricuricocha”, agrega el doctor Del Castillo.

Su mirada va más allá de lo ambiental. “Me encantaría ver toda esta zona verde, no solo por ecología, sino porque representa una alternativa alta de turismoEl turista que viene a San Martín busca naturaleza, fauna y agua. Restaurar es invertir en turismo y economía. Si en 10 o 20 años logramos recuperar toda esta vegetación, todos salimos ganando: el medio ambiente, los empresarios y la población”, sostiene con convicción.

Sin embargo, reconoce que el entorno de Ricuricocha está bajo presión. “Hay varios proyectos inmobiliarios en la zona, y eso exige un trabajo articulado entre autoridades, empresarios y sociedad civil. Me encantaría conversar con quienes promueven esos proyectos, para que comprendan que los negocios modernos no son solo cemento, sino también servicios ecosistémicos. En el mundo, las inmobiliarias integran el bosque, el agua y la biodiversidad como parte del valor del proyecto. Eso también es negocio”, enfatiza.

Para Del Castillo, la Amazonía peruana es un “paraíso para los negocios ecológicos”. Explica que, si los empresarios locales logran asociarse con inversionistas del turismo internacional, los beneficios pueden multiplicarse. “Si un turista viene de París o Nueva York, no le voy a cobrar 100 soles la noche, sino 500, porque encontrará servicios de calidad en un ambiente restaurado. Es un círculo virtuoso: ganan los empresarios, gana el ambiente y gana el visitante”.

El experto destaca que San Martín posee condiciones únicas: interconexión vial por norte y sur, diversidad gastronómica y una creciente oferta turística. “He visitado la región durante los últimos 25 años, y he visto cómo ha mejorado la industria gastronómica, con más opciones y mejor calidad. Eso hay que integrarlo al turismo de naturaleza”, señala, invitando a mirar con visión de cliente: “Si aquí comemos ingiri, no pensemos que todos los visitantes querrán lo mismo. Hay que presentar productos como el plátano, el pijayo o la pituca de una forma atractiva para el turista”.

El doctor Del Castillo comparte una anécdota para ilustrar el valor de lo local. “El atleta más veloz del mundo, Usain Boltatribuye su éxito a la alimentación con pituca. Jamaica la exporta a Estados Unidos como chifle y alimento para bebés. La pituca tiene un carbohidrato de fácil digestión. Nosotros tenemos ese recurso y no lo valorizamos”.

Desde su experiencia internacional —vivió 10 años en África y 8 años en Estados Unidos—, el investigador sostiene que al Perú le falta una visión integral. “No tenemos políticas de Estado sintonizadas entre los niveles nacional, regional y local. Algunos ven el medio ambiente como una traba, pero debemos demostrar que el ambiente sí vende. Hay ejemplos exitosos en el mundo y podemos replicarlos aquí”.

Cita el caso de Pilluana, en San Martín, donde un empresario ha transformado la tradicional sal para ganado en un producto comercial innovador. “Antes la sal de Pilluana era para amansar vacas, pero hoy se vende en bloques con valor agregado. Es una idea fabulosa. Ese tipo de iniciativas debemos multiplicar. Lo mismo ocurre en el Alto Mayo, donde ya se exporta vainilla. Son señales de que la región puede competir globalmente”.

El investigador recuerda con orgullo el premio especial que la FAO otorgó al IIAP por su manejo de aguajales y turberas. “Nos tomó 20 años de investigación lograr ese reconocimiento. En el Perú casi no se sabe, pero en Roma y en Europa sí.

Yo crecí en aguajales, viví entre pantanos antes de la llegada de la palma aceitera. No estoy en contra de la palma, sino de cómo se hizo: destruyendo humedales. El Perú tiene más de 5 millones de hectáreas de aguajales y 3 millones de turberas, un tesoro climático enorme”.

Solo en San Martín, estima, hay alrededor de 2,000 hectáreas de aguajales, muchas de ellas amenazadas por la expansión urbana. “Necesitamos ordenamiento y seguridad en la tenencia de la tierra. El aguaje tiene un valor fabuloso; se está industrializando y ya se conocen los subproductos. Pero debemos distinguir entre aguajales de hembras y machos, porque solo las hembras producen fruto. Además del valor económico y de la biodiversidad, estos ecosistemas almacenan un enorme stock de carbono bajo el suelo. Eso es mitigación del cambio climático”.

Finalmente, el especialista advierte que las turberas se ubican en una zona gris entre conservación y desarrollo, y que conciliar esos intereses requiere diálogo y planificación participativa“Tenemos que comunicar mejor el valor de estos ecosistemas a los gobiernos locales y a las comunidades. Las turberas no son pantanos inútiles, son reservas de carbono, fuentes de agua y oportunidades de negocio sostenible”.

El mensaje del doctor Del Castillo resume una visión de futuro: integrar ciencia, inversión y responsabilidad.

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