Econ. Dr. Juan Zegarra Chung
“La incertidumbre política y la estabilidad económica del Perú, no se juntan”
“El país necesita entender que la economía no se sostiene solo con cifras, sino con instituciones sólidas, transparencia y gobernabilidad. Sin un marco político estable, ningún modelo económico, por más técnico que sea, puede prosperar a largo plazo”
Encierra una realidad que ha sido constante en la historia reciente del país. En el Perú, la política y la economía parecen vivir en mundos paralelos; mientras los indicadores macroeconómicos intentan sostener una imagen de estabilidad, la política se hunde cada vez más en la incertidumbre. Sin embargo, la verdad es que ambas dimensiones están profundamente conectadas, y su divorcio solo puede durar un tiempo limitado antes de pasar factura. Durante los últimos años, el Perú ha mantenido cierta solidez económica gracias a una política monetaria prudente, un manejo responsable del endeudamiento y una administración relativamente ordenada de las finanzas públicas. Pero esa fortaleza se erosiona cada vez que la crisis política sacude la confianza de los inversionistas, frena proyectos públicos y privados, y paraliza decisiones claves. La incertidumbre política se ha vuelto un mal estructural: presidentes con escasa legitimidad, congresos fragmentados, pugnas por el poder y escándalos de corrupción constantes. Este ambiente genera una desconfianza generalizada que afecta directamente al crecimiento económico, la inversión extranjera y la generación de empleo. La estabilidad no puede florecer donde las reglas cambian con cada gobierno o, peor aún, con cada conflicto político.

El país necesita entender que la economía no se sostiene solo con cifras, sino con instituciones sólidas, transparencia y gobernabilidad. Sin un marco político estable, ningún modelo económico, por más técnico que sea, puede prosperar a largo plazo. La incertidumbre política y la estabilidad económica del Perú deben andar de la mano, porque una depende de la otra. Solo cuando el país logre reconciliar ambas partes podrá aspirar a un desarrollo verdaderamente sostenible y equitativo.
Analicemos la situación actual desde cuatro perspectivas:
Después del fuerte impacto de la pandemia de COVID-19, la economía peruana mostró señales de recuperación. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB real cayó -10,9 % en 2020, se recuperó 13,4% en 2021 y avanzó sólo 2,7% en 2022; el 2024 se creció en 3,1%. Sin embargo, las proyecciones
para 2025 lo sitúan en 2,8% o incluso menos, con advertencias explícitas de que “la incertidumbre política puede frenar la inversión privada”.
1. Crecimiento Económico: Recuperación frágil:

2. Inversión, institución y riesgo político:
Una pieza clave para el crecimiento sostenido es la inversión. Pero aquí la política y la economía chocan. • Luego de dos años consecutivos de caída, la inversión privada aumento en un 3.3% en el año 2024, las inversiones más resaltantes: La ampliación del terminal aeropuerto Jorge Chávez; Terminal Portuario Chancay fase I; Línea 2 del Metro de Lima y Callao; y la masificación del gas en Lima y callao. • En análisis de riesgo, se indica que “la turbulencia política (protestas, conflictos mineros, cambios frecuentes de gabinete) actúa como un freno real” para la inversión en el sector minero, que representa cerca del 10% del PIB y el 60% de las exportaciones del Perú. Por tanto: la economía puede estar relativamente sana a nivel macro, pero la institucionalidad débil y la política cambiante erosionan el entorno de inversión necesario para que esa salud se traduzca en crecimiento dinámico.

3. Instituciones y gobernabilidad: el talón de Aquiles
Los indicadores de gobernabilidad presentan alertas. Un reporte señala que desde 2023 se han aprobado leyes que debilitan mecanismos anticorrupción y que los conflictos sociales vinculados a la minería siguen activos. La OCDE advierte que la inseguridad jurídica, las protestas y los cambios frecuentes en políticas públicas “pueden mermar la confianza de empresas y consumidores”. Esta erosión institucional alimenta un círculo vicioso: la inversión cae, el crecimiento se ralentiza, la política se vuelve más reactiva y menos estratégica.
4. ¿Por qué entonces hablar de estabilidad económica?
Porque pese a todo, el Perú ha conseguido mantener ciertas variables bajo control: la inflación, por ejemplo, se ubica dentro del rango objetivo en 2024-25, y la cuenta corriente de la balanza de pagos muestra superávit en algunos años recientes.
Esta “estabilidad técnica” es valiosa, pero insuficiente. Porque sin una mejora simultánea en la gobernabilidad, la previsibilidad y la gestión política, la economía estará siempre “pendiente” de que ocurra algo que la detenga.

Conclusión: política y economía deben marchar juntas:
El mensaje es claro: la estabilidad económica no se impone solo con buenas cifras macro, requiere un entorno político e institucional que genere confianza, reglas claras y continuidad de políticas. En el Perú, la inestabilidad política es un lastre real para que la economía despegue de modo sostenido. Si el país aspira a un desarrollo más ambicioso mejores salarios, mayor inversión, inclusión social, debe reconciliar política y economía. Porque mientras la incertidumbre política siga siendo la norma, la frase es inevitable: la incertidumbre política y la estabilidad económica del Perú no se juntan.



