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Mundo Yanashpa, donde el lujo… es desconectarse

Llegar a Mundo Yanashpa es sentir, desde el primer instante, que el tiempo se ralentiza. Ubicado en las alturas de Tarapoto, a solo 35 minutos de la ciudad y a 5 minutos del pintoresco pueblo de Aucaloma, este refugio parece suspendido entre el cielo y la tierra. El camino de subida, rodeado de vegetación y aire fresco, anuncia lo que está por venir: un espacio que no se visita, sino que se vive. Un lugar donde el ruido se apaga, la mente se calma y el lujo se redefine.

Al cruzar la entrada, comprendí que la promesa de desconexión no era un eslogan, sino un estilo de vida. Mundo Yanashpa es un territorio propio, con rincones auténticos que vibran con su identidad. Jardines coloridos y senderos que se abren paso entre los árboles crean un ambiente que abraza a quien llega. Todo está pensado para que uno se detenga, respire y regrese a sí mismo.

La piscina infinita fue lo primero que me impresionó: sus aguas parecen deslizarse hacia el valle de Tarapoto, generando la sensación de nadar sobre el paisaje. Me quedé allí largo rato, contemplando el horizonte mientras la brisa jugaba con el silencio. No hacía falta nada más. En ese momento entendí por qué recomiendan no salir a la ciudad: Mundo Yanashpa no es un lugar para pasar, es un lugar para quedarse.

El Restaurante Auca es una invitación a viajar con los sentidos. Situado en el corazón del complejo, celebra los sabores que definen la identidad amazónica, integrando además propuestas nacionales e internacionales. Cada plato es una experiencia que despierta memorias y curiosidad: recetas tradicionales elaboradas con insumos frescos de la región conviven con creaciones contemporáneas que combinan técnicas modernas con el espíritu de la selva.

La carta refleja la herencia de los pueblos kechwas —Chirapa, Pacchilla y Aucaloma— donde el aroma del ají charapita, el frescor del sacha culantro y la suavidad de los pescados locales se mezclan con influencias del Perú y del mundo. El ambiente es cálido y natural, perfecto para almorzar con calma o disfrutar de una cena bajo el cielo estrellado y la vista al valle y a la cordillera Escalera.

Mundo Yanashpa se siente. Es un refugio para quienes buscan silencio, descanso y autenticidad. Aquí, la naturaleza no es un decorado, sino una compañera constante. Las cabañas, con diseños vintage y contemporáneos, invitan al reposo profundo; los espacios abiertos permiten practicar yoga y meditación; y en el centro del jardín, un ajedrez gigante despierta la curiosidad de quienes buscan un momento lúdico. Los miradores permiten observar la inmensidad verde que rodea todo el complejo.

La oferta de actividades hace que cada día tenga un matiz distinto. Por las mañanas participé en una sesión de yoga; por la tarde caminé suavemente por el bosque; y hacia el atardecer me uní a los talleres vivenciales de sabiduría local, dirigidos por maestras artesanas de comunidades indígenas cercanas.

Al caer la noche, una fogata iluminó el ambiente, creando un espacio de historias, risas y contemplación. Los niños corrían felices alrededor, mientras algunos visitantes disfrutaban de masajes que disipaban cualquier tensión.

Y entonces uno entiende que el verdadero viaje no fue hacia Tarapoto, sino hacia uno mismo.

Por Tomás Cotrina

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