Por: David Auris Villegas
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A propósito del Día de la ciencia para la paz, recuerdo a un colega con doctorado en estudios de paz que discutía por todo. Justificaba sus reclamos como actos de justicia y afirmaba que solo hacía respetar sus derechos. Aquella contradicción me hizo entender que la paz no se sostiene en cartones, sino en actitudes armoniosas. Desde entonces, gracias a la investigación y la reflexión constante, intento practicar la paz en mi transitar cotidiano.
En este marco, el 10 de noviembre la Unesco lideró nuevamente el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo bajo el lema: “Confianza, transformación y futuro: La ciencia que necesitamos para 2050”. Este mensaje invita al sistema educativo a priorizar la educación científica como pilar del desarrollo sostenible; así la ciencia se convierte en una brújula ética que permite construir sociedades más justas y conscientes.
Como sostiene Lidia Arthur Brito, de la Unesco, avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible requiere integrar la ciencia en la vida cotidiana, fortalecer la cultura científica y consolidar la confianza social en la investigación. Sin esa confianza, la ciencia pierde su capacidad de orientar el progreso humano. A ello se suma la necesidad de cooperación internacional y transferencia de conocimientos, columnas para construir comunidades capaces de afrontar desafíos globales con visión compartida.
Asimismo, Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, subraya la urgencia de promover una ciencia ética, solidaria y orientada al bien común. Su llamado recuerda que el desarrollo auténtico no depende solo de innovaciones tecnológicas, sino de personas reflexivas capaces de aplicar la ciencia al servicio del buen vivir. La paz nace cuando el conocimiento se transforma en responsabilidad social, justicia y compromiso con la equidad que toda comunidad merece.
En este debate, el sistema educativo ocupa un lugar central, pues es el espacio donde se gestan los paradigmas que orientan la convivencia. Investigar con ética y cultivar el pensamiento crítico permite ver al otro como aliado para la sostenibilidad y la paz. Alfabetizar científicamente a los docentes resulta indispensable para enseñar a investigar desde la responsabilidad y la empatía.
Sintetizando, la ciencia con rostro humano es una tarea colectiva. El sistema educativo, al trabajar directamente con personas, se convierte en líder imprescindible para impulsar la investigación y promover una ciencia orientada a la paz y al desarrollo de toda la humanidad.
© David Auris Villegas. Ha publicado: Hacia una educación del buen vivir y Cómo redactar y publicar artículos científicos. Edita y divulga la revista AURIS.



