La reciente visita de los dirigentes del Frente de Defensa y Desarrollo de Alto Amazonas al Gobierno Regional de Loreto volvió a mostrar una verdad incómoda: la brecha cada vez más grande entre la burocracia regional y las necesidades urgentes de la población.
No es la primera vez —y no será la última si nada cambia— que una delegación viaja desde Yurimaguas para exigir que los compromisos firmados no queden en el archivo como papel mojado.
Alto Amazonas no reclama privilegios. Pide lo mínimo que cualquier provincia debería recibir sin protestar: obras que se ejecuten, autoridades que cumplan y decisiones basadas en la verdad. Sin embargo, en Loreto parece haberse normalizado firmar actas en lugar de cumplirlas, ofrecer reuniones en vez de resultados y postergar a las provincias más alejadas mientras la gestión se concentra casi exclusivamente en Iquitos.
El hecho de que el alcalde provincial acompañe a los dirigentes y exija sinceramiento al gobernador demuestra que la desconexión entre el discurso regional y la realidad provincial es ya insostenible, incluso dentro del mismo partido político.
Las brechas en Alto Amazonas son profundas: carreteras inconclusas, infraestructura deteriorada, proyectos productivos paralizados, servicios de salud colapsados y un sector agrario que avanza más por esfuerzo propio que por apoyo estatal. Frente a ese panorama, las promesas ya no bastan, menos aún cuando los compromisos se anuncian pero no se cumplen, o avanzan a un ritmo desesperadamente lento.
La demanda de los dirigentes es justa: no buscan confrontación, buscan dignidad. Exigen no solo obras, sino claridad, cronogramas reales, presupuestos definidos y responsabilidades técnicas identificadas. La transparencia es hoy la única vía para recuperar la confianza.
El Gobierno Regional tiene la oportunidad —y la obligación— de corregir el rumbo. La población está cansada de discursos: necesita resultados, no nuevas actas. Escuchar no es suficiente si no se ejecuta.
Cuando la política promete y no cumple, las provincias se cansan. Y cuando se cansan, se organizan. Alto Amazonas ya dio el primer paso: exigir respeto.
Ahora le toca al Gobierno Regional dar el suyo: gobernar con hechos, no con papeles.



