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sábado, julio 5, 2025
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César Villanueva Arévalo

César Villanueva Arévalo hoy se encuentra en el escenario en el que nadie quisiera estar. Es el escenario en el que siempre le quisieron ver sus enemigos políticos, porque enemigos sí los tuvo; mejor dicho, los tiene. Creo que nunca se ha dado en la política regional ese sentimiento cerval, como inaudito e incomprensible. Y si hay una expresión que exprese con mayor furor ese retorcido sentimiento es la frase de “el Shesha”, para referirse a él, dicho con una furia, pasión y odio, que raya en la insania y en la procacidad. Véalo usted en las redes, si es que no se apresuran en borrarlo. “El que de vosotros no tenga pecado, tírele una piedra el primero” (San Juan: 8-7).

No voy a defenderle a César Villanueva por algo que podría ser de su exclusiva responsabilidad; ese no es mi papel. Pero sí quiero expresarle públicamente mi agradecimiento por haberme invitado a ser parte de su gestión cuando me llamó para ocupar el cargo de Director de la Oficina de Planificación Agraria, en la Dirección Regional de Agricultura. No voy a juzgar mi desempeño porque, éticamente no me corresponde hacerlo. Pero sí creo que en estos momentos difíciles es cuando debemos expresar nuestra gratitud. Es la oportunidad de hacerlo. Y lo hago públicamente, porque cobarde no soy.

Sabemos que el apasionamiento político puede llegar a niveles aviesos. Quienes no han sabido construir una cultura de tolerancia son presa fácil de sus emociones incontroladas, y no importa su formación académica, porque todos escuchamos a conocidos y grandes profesionales expresar sus odios e inquinas desencadenadas, pues como siempre, en la caída del enemigo político se han cumplido sus sueños, como el clímax de ese orgasmo que alguna vez tuvo que llegar. Y a muchos parece haberles llegado.

Cesar Villanueva Arévalo ha alcanzado el éxito profesional y político que muchos desearían. ¿No será quizá este éxito el que no pueden soportar sus enemigos, aunque decirles “sus enemigos” ya sería un honor para ellos? Usted, amigo lector, me entiende. Y nos hace recordar aquella fábula que contaba José Ingenieros en uno de sus libros, en donde la víbora mata a la luciérnaga porque no podía soportar que esta brillara. Tal vez esté exagerando esta comparación, pero la sevicia, la impiedad y la ferocidad de los ataques, a todos los que pretendemos ser objetivos, nos llama la atención.

No estoy haciendo un panegírico a César Villanueva Arévalo. No tengo esa vocación. Como toda persona que se esfuerza en ser sensata, juzgo los hechos en su real dimensión y que la justicia cumpla su rol. Si delinquió, él sabrá por qué lo hizo; si lo hizo. Si él decidió correr su propio riesgo no es solo su problema; es también nuestro: de su familia, de sus amigos y de sus detractores. Que sus detractores duerman sus noches felices y tengan amaneceres luminosos porque se habrán cumplido sus sueños. Quiero darle fuerzas a César y entereza para afrontar este momento difícil de su vida. Sé que asumo un riesgo al hacerlo. Pocos lo harán públicamente. En algún momento de nuestras vidas llegan estos momentos difíciles. Pero tengo dudas que sus detractores estén aún tranquilos y hayan alcanzado la paz en sus corazones… ¡Quieren más! (Comunicando Bosque y Cultura).

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