Por Axel C. Dourojeanni
La gestión de nuestras cuencas hídricas y los recursos vitales que contienen es una tarea inherentemente compleja. Las decisiones que se toman impactan directamente a actores con niveles de conocimiento, experiencia y poder muy distintos.
Según Axel C. Dourojeanni, la clave para una gestión efectiva, legítima y duradera reside en la combinación de métodos técnicos avanzados con métodos simples y sólidos de participación comunitaria. Este enfoque requiere un puente de comunicación para garantizar que las decisiones sean tanto científicamente sólidas como socialmente aceptadas.
El primer pilar de esta integración es traducir lo técnico a lo comprensible. Esto significa que los modelos complejos, ya sean hidrológicos, económicos o ambientales, deben ser transformados en formatos accesibles, como mapas de escenarios, gráficos comparativos o maquetas físicas, simplificando los resultados numéricos a categorías entendibles para todos (como alto, medio o bajo riesgo). Sin embargo, la participación no es solo un receptor de información; es un insumo vital. Los métodos participativos, como talleres, encuestas o mapas sociales, deben ser utilizados para alimentar y calibrar los modelos técnicos, incorporando el valioso conocimiento local y las percepciones que a menudo están ausentes en los registros oficiales.

La columna vertebral de la toma de decisiones legítima se basa en la creación de escenarios compartidos entre la ciencia y la comunidad. Los equipos técnicos preparan varias opciones cuantificadas (por ejemplo, intensificación agrícola o infraestructura verde), y luego los actores priorizan o combinan estas opciones en talleres deliberativos. El ciclo virtuoso se completa cuando los técnicos vuelven a actualizar sus modelos en función de las nuevas decisiones colectivas, reforzando la legitimidad de los resultados.
Para asegurar la transparencia y el seguimiento continuo, es crucial utilizar tableros o interfaces de visualización conjunta, que integren los resultados de los modelos mediante colores, íconos o semáforos, facilitando la comprensión de variables clave como el nivel de embalse o la calidad del agua. Este proceso debe estructurarse en fases paralelas de integración, asegurando que el diagnóstico técnico y el mapa social, la simulación y la priorización participativa, y finalmente la validación técnica con la aprobación social se realicen de manera complementaria.
Para que nada se pierda en la traducción, Dourojeanni recomienda la figura de los traductores institucionales: equipos de interfaz que actúan con ‘bilingüidad institucional’, preparando versiones simplificadas de los informes técnicos y, al mismo tiempo, comunicando las percepciones sociales a los modeladores, evitando así distorsiones y garantizando que las intervenciones en la cuenca sean efectivas y justas para todos.



