La crisis en Barranquita, distrito de la provincia de Lamas (San Martín), no es un hecho aislado ni coyuntural. Es el reflejo de un patrón repetido en múltiples localidades de la Amazonía peruana: abandono histórico, carencias de infraestructura básica y una desconexión preocupante entre el discurso político y la realidad de los pueblos.
Alto Amazonas y San Martín: promesas de asfalto en espera
La protesta de los pobladores de Barranquita, no es un hecho aislado ni excepcional. Es un reflejo de un problema que se repite con la misma intensidad en la vecina provincia de Alto Amazonas, en Loreto, donde las comunidades rurales y los productores agrarios viven atrapados entre carreteras inconclusas, trámites burocráticos y un Estado que posterga indefinidamente el cierre de brechas de conectividad.
En Alto Amazonas, los productores de los diferentes valles han convertido la apertura y el mantenimiento de vías en una exigencia permanente. Sin embargo, los avances son mínimos. El Gobierno Regional de Loreto mantiene paralizado el expediente técnico del asfaltado de la carretera Yurimaguas–Jeberillos, porque falta aprobar la Declaración de Impacto Ambiental que lo tiene que hacer la burocracia del Ministerio de Transportes y Comunicaciones desde Lima; la elaboración del expediente a nivel de asfaltado del tramo San Rafael–Nuevo Arica falta volver a licitar; y el tramo Nuevo Arica–Balsapuerto, con expediente técnico aprobado hace tiempo por la Municipalidad de Balsapuerto, continúa sin asignación de recursos.
Este patrón se repite: se anuncian proyectos, se elaboran expedientes, se levantan expectativas, pero los procesos se entrampan en la maraña burocrática o en la indiferencia política. Mientras tanto, los productores enfrentan dificultades cotidianas para sacar sus productos al mercado, los costos de transporte se disparan y las oportunidades económicas se esfuman en el lodo de las trochas mal mantenidas.

La brecha de conectividad no es un asunto meramente técnico. Tiene implicancias sociales y económicas profundas: limita el acceso a salud y educación, encarece la vida en los pueblos y frena el desarrollo agrario, justo en una región que vive de la producción de arroz, cacao, café, plátano y otros cultivos.
Al igual que en San Martín, la ausencia de respuestas oportunas alimenta el descontento social en Alto Amazonas. Si en Barranquita los pobladores amenazan con bloquear la carretera Yurimaguas–Tarapoto, en Loreto se percibe el mismo riesgo: que las comunidades y productores, cansados de esperar, recurran a medidas radicales para forzar al gobierno a cumplir lo que prometió.
La pregunta que emerge es la misma para ambas regiones: ¿hasta cuándo la Amazonía seguirá dependiendo de protestas y bloqueos para que se atiendan demandas tan elementales como el asfaltado de sus vías?