Por Willian Gallegos Arévalo
El Unión Católica ya era solo un recuerdo. Sus glorias pasadas ya tenían su lugar en la historia tarapotina y a muchos de ellos los recordamos en estas crónicas. A partir de los setenta una nueva hornada llega al club. Tarapoto ya era definitivamente otra ciudad, y se vivía un proceso de transculturización y algunas costumbres del pasado dejaron su lugar a los nuevos tiempos. Había sido tradicional que las familias tuvieran sus casas con las puertas y ventanas abiertas sin temer un asalto o un hurto y todavía se veía, como parte del paisaje, los larguiruchos cocoteros que identificaban a la ciudad y que desaparecieron por ignorancia de las autoridades que nunca entendieron que Tarapoto tenía su marca histórica y no la supieron mantener. Una nueva hornada llega al Unión Zona Agraria donde Emilio Castre Cárdenas sería uno de sus epónimos.
Sería largo nombrar a todos los jugadores que llegaron al equipo y que fueron referentes en las décadas de los setenta y ochenta. Sin embargo, haremos un esfuerzo en mencionar, para comenzar, a los que podemos: Waldemar del Águila, Olano Verona, Manuel Tello Rojas, Juan Araujo, Alcides Fasanando Sangama, teniendo en Daniel Cortez como entrenador y un tipo entusiasta y comprometido con el club, y de quien muchos jugadores guardan un gran recuerdo. Un señor dirigente sería José Manuel Chong Velasco, ahora convertido en uno de los Wiwaneros Ancestrales.
Nicolás Núñez Amoretti, que había jugado de defensa en Lima y en Paiján, en Tarapoto se hace dueño de la portería, primero en el Cali y termina su profesión en el Unión Zona Agraria, equipo del cual estamos historiando. Se jubilaría en la Dirección de Agricultura donde había sido el chofer exclusivo del ingeniero Gonzalo Villavicencio Aguilar, cuando director de Agricultura, primero y presidente del Gobierno Regional de San Martín, después. En el arco Nicolás Núñez brindaba seguridad y todos los ataques de los delanteros rivales encontraban en su agilidad de felino la frustración de sus propósitos. No recuerdo haber espectado un partido donde el equipo perdiera aunque sí Amoretti se llenaría de terror cuando el Unión Zona Agraria se enfrentó a la poderosa Universidad Técnica de Cajamarca (UTC) que tenía en Samuel Chamochumbi como su letal delantero.
En esas tardes domingueras de los inicios de los ochenta el Unión Zona Agraria llenaría nuestras expectativas. Para esa época ya el futbol tarapotino había dejado su localismo donde los jugadores provenían del Hualllaga, principalmente y de las cercanías de esta ya metrópoli. Tarapoto había entrado en otra época. Si bien en los setenta ya comenzaba a vivirse un cosmopolitismo más intenso, todavía persistían algunos paradigmas sociales culturales. La gente todavía se conocía, intercambiaban saludos en las calles, algunos amigos y conocidos invitaban unas cervezas en las fiestas sabatinas donde bailábamos “La bocina” al son de Marcospión y la Jhonny and Coco; estábamos entre amigos y donde alguna dama nos hacía unos quecos e insinuaciones y a veces salíamos con suerte. Esa hermosa época pronto terminaría. (Comunicando Bosque y Cultura).



