El gran director de cine, el sueco Ingmar Bergman, autor de obras tan importantes como “El silencio”, “El Séptimo Sello”, o “Gritos y Susurros”, escribió y dirigió en 1977 -30 años antes de su muerte una de las películas más significativas que se hayan producido sobre los orígenes del ascenso del nazismo en la Alemania de los años ‘20. Son muchas las películas que han relatado y relatan, con mayor o menor fortuna, el nacimiento del nazismo. En este caso, Bergman lo hace con su particular estilo y huye de la anécdota para penetrar en el interior de los personajes y extraer de su circunstancia aquello que explique su sufrimiento.
Para ello, somete a la sociedad y a sus criaturas a un incisivo y profundo análisis que permita comprender las causas que originaron este terrible periodo de la historia europea. El film, que tiene como protagonista principal a David Carradine, presenta un ambiente irrespirable. Las plazas y callejones siempre están envueltas en una amenazadora semipenumbra que anuncia un agujero oscuro al final del viaje nocturno y alucinado de Abel, el protagonista, en el que éste va percibiendo la acción lenta e inexorable del veneno que se ha infiltrado en todos los rincones de la sociedad alemana.
Es el miedo lo que ha infectado a la sociedad y a las personas. Abel asistirá a los terribles acontecimientos que sucederán entre el 3 y el 11 de noviembre de 1921: los primeros linchamientos y humillaciones de comunistas y judíos, la indiferencia policial ante los desmanes, la pérdida de recursos para sobrevivir, la pobreza, el hambre, la enfermedad y la muerte. Un científico insano -Vergerus- se dedica en este ambiente enrarecido a crear un prototipo de ser humano; su eugenésico objetivo es moldear la forma básica humana, una vez definida.
Éstas son las terribles palabras del fanático y maligno doctor: “liberamos las fuerzas destructoras y controlamos las productivas. Exterminamos lo inferior y aumentamos lo útil” “Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”. Sus palabras demuestran que los locos son los únicos que saben lo que sucede y por eso se adueñarán del mundo y lo controlarán. Vergerus le explica a un espantado Abel que en diez años aparecerá una generación cuyo idealismo e impaciencia pondrá su valor al servicio de una nueva sociedad.
Una nueva sociedad, un hombre nuevo, la juventud al poder, etc, etc. Estas palabras las escuchamos con mayor frecuencia en nuestro país en estos últimos días en que la campaña electoral ya va tomando forma y en que demagogos tan jóvenes como lo fue Hitler en su momento -no olvidemos que llegó al poder absoluto a los 44 años, en 1933- quieren hacer creer a una parte de la sociedad peruana que ellos son los salvadores que terminarán con el panorama desolador que presenta el Perú y que de esas cenizas surgirá un hombre nuevo, incorruptible, un superhombre.
Sin embargo la Historia nos hace recordar que toda esa fuerza y energía juveniles que Hitler utilizó estaba puesta al servicio de los más oscuros y reaccionarios intereses de las clases oligárquicas que lo financiaron, las mismas que querían restaurar et “Tercer Reich – o Imperio – alemán a fin de explotar a los pueblos europeos, especialmente del este, y crear una sociedad de amos y esclavos, lo que en alguna forma se vio en los campos de concentración nazis que tenían como lema: “El trabajo os hará libres”. Claro, aquellos que entraban sabían que sólo la libertad que da la muerte podría terminar con su esclavitud.
Es lo que viene ocurriendo en nuestro país, también inmerso en la miseria de las mayorías y su desesperación, cuando escuchamos el mensaje demagógico de un perfecto desconocido de 45 años que quiere presentarse como la alternativa a los según él- “dinosaurios” de la política peruana, exactamente como lo hacía Hitler. Pero si buscamos con paciencia, vemos que lo que en realidad se está gestando es el huevo de una serpiente que nos quiere hacer creer que un futuro de justicia y libertad viene con ella y que optar por políticos con experiencia -aún cuando hayan demostrado con hechos la calidad de su gestión en nuestra región o en otras- es “no estar en la onda”, o “no ser light”. Por ello es que han conseguido inyectarse -como el veneno- en las redes sociales y presentarse como “el Perú de todos”, cuando en realidad a lo que aspiran es a perfeccionar el modelo de dominación ya existente.
El neo fascismo se esconde detrás de las caras sonrientes de los “jóvenes pitucos” que están detrás de su candidato y lo llenan de elogios en las redes sociales, pero no sólo de los jóvenes; vemos, por ejemplo, como en nuestra región, políticos fracasados se han aupado al carro del “cambio juvenil”. No es la “juventud” al poder sino el reforzamiento del neoliberalismo que no da la cara y pretende engañar al electorado peruano.