Hablar impropiamente no es solo cometer una falta en lo que se dice, sino causar un mal a las almas decía Sócrates, el más sabio y justo de los mortales, según escribía Platón en su libro Fedón. La cita no se refiere a la Lingüística o a la Gramática, sino al lenguaje mal usado que confunde, engaña, manipula, genera conflicto y violencia.
En las últimas semanas hemos sido expuestos a una lluvia torrencial de mensajes falsos, distorsionados, conspirativos, emocionales, parcializados y extremistas mediante (seudo)argumentos y (des)informaciones que provocan zozobra y miedo en las personas.
Hace unos días, ante la ola de violencia que sacude al país la presidenta de la República señaló “no respondan las llamadas, no abran los mensajes” de los extorsionadores; el ministro del Interior minimizó un asesinato “me sorprende que ante un fallecido haya un paro” y para concluir los comentarios inverosímiles y delirantes al estilo de los tres chiflados, el comandante general de la Policía lo remató con “todos vamos a morirnos en algún momento”.
Las palabras importan y se validan si son comprobables en la realidad, como sucede con la denominación de genocidio para los ataques israelíes contra la población de Gaza que han dejado más de 70 mil muertos, 20 mil de ellos niños, 200 mil heridos, miles de desaparecidos, así como dos millones de personas que sufren hambruna, desplazamiento forzado y el colapso de la atención sanitaria.
En febrero de 2022, en un comunicado conjunto la FIFA y la UEFA suspendieron a Rusia y a sus equipos de las competiciones futbolísticas con el argumento de “el fútbol está totalmente unido y es plenamente solidario con todas las personas afectadas en Ucrania”, sin embargo, a pesar de los pedidos de suspender a Israel el presidente de la FIFA dijo, a inicios de mes, que su organización “no puede resolver los problemas geopolíticos”.
La Retórica, el arte de construir discursos para persuadir o convencer con la palabra es utilizada según la conveniencia política-económica de las instituciones y gobiernos, se olvidan que su aparición surge en la cultura griega en las luchas por la restauración de la democracia mediante el manejo de estrategias argumentativas, eficaces y, sobre todo, veraces.
El alcalde de Lima, autocaricaturizado como Porky, es un evidente ejemplo de verborrea y empleo de términos para atacar y difamar. Llamó satanista a una víctima del Sodalicio porque no le permitieron visitar al papa León XIV. Vale recordar que el Sodalicio es una institución disuelta por el Vaticano por los escándalos de abusos sexuales y psicológicos cometidos contra menores y del que López Aliaga es su testaferro.
En un discurso público vinculó al periodista de investigación Gustavo Gorriti con el terrorismo urbano, pidió tribunales militares y espetó “hay que cargárselo de una vez al caballero”. El vocablo “cargar” según el Diccionario de la Lengua Española también significa, coloquialmente, matar. Además del rechazo de asociaciones de prensa la Fiscalía de Prevención del Delito advirtió que la frase constituye una instigación al homicidio y le prohibió proferir nuevas amenazas.
Hace más de dos décadas se hizo famosa la frase “por Dios y por la plata” y hace 15 “plata como cancha” y “la plata llega sola”, enunciados que sobreviven en el imaginario colectivo peruano por ser coloquiales y ser utilizados en las bromas sociales y mediáticas, pero a la vez manifiestan el cinismo político, la carencia de valores y el desprecio por las instituciones, la democracia y la ciudadanía.
Las declaraciones impulsivas pasan factura, el presidente argentino Milei en una entrevista en Chile cuando era candidato expresó “si yo tuviera que elegir entre el Estado y la mafia, me quedo con la mafia”, y parece que sus pensamientos se hacen realidad. Involucrado en una estafa internacional con criptomonedas, audios que muestran pagos de sobornos a su hermana y financiamiento de narcos a su partido político.
Las palabras pueden ofender y dividir, sin embargo, también comunican, expresan la interioridad, transforman realidades. Hagamos un esfuerzo para crear verdad y belleza con el lenguaje, y luego reflexionar como en los versos de Alejandra Pizarnik “Hemos dicho palabras, / palabras para despertar muertos, / palabras para hacer fuego, / palabras donde poder sentarnos y sonreír”.
Oswaldo Diaz Chávez
Periodista y Docente de Literatura