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sábado, abril 26, 2025
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El maravilloso valle del Sisa

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Mi primera visita al valle del Sisa fue el año de 1981 cuando, comisionado por la Dirección Regional de Agricultura, llegué a San Martín de Alao a investigar y, de ser posible, solucionar un conflicto que había surgido por el problema de la madera. En esos años se estaban talando los últimos árboles de caoba, ishpingo, tornillo y de otras especies llevándose la riqueza del valle y dejando solo pobreza en el valle, como siempre ha ocurrido. No puedo olvidarme cuando el maestro Winston Pinedo López, a quien conocí en esas circunstancias, se convirtió en un excelente anfitrión haciendo lo imposible para proporcionarme comodidad y hacer grata mi estadía.

Un año después, perito ya del Banco Agrario del Perú, recorrí el valle para visitar las zonas de extracción de madera y, de ese modo, pude conocer todo el territorio de lo que sería la actual provincia de El Dorado. Se consolidó mi apreciación inicial, que era el de haber encontrado en el valle del Sisa un territorio realmente ubérrimo y con el mayor potencial hidrográfico de la Región San Martín, que, si no actuamos ahora, podría terminar como la madera: desapareciendo para siempre porque el valle está terriblemente deforestado. Y como medidas de prevención he propuesto iniciativas a los diferentes niveles de gobierno, pero se hacen los locos, porque tontos no son.

El valle del Sisa, otrora zona maicera y algodonera por excelencia, se ha convertido en productora de cacao y café. El aroma del cacao, principalmente, impregna los caminos, los senderos y los riachuelos que aún podemos encontrar. Los viajes en balsa para sacar el algodón del valle son cosa del pasado, cuando el río Sisa tenía un caudal de respeto, y todavía se recuerdan esos vuelos en avioneta con los pilotos Humberto Iberico, Otto Fresh, José Chumbe Soria, Jorge Urquieta, y otros. Un vuelo por el valle era ver el Edén con su cerro Ampiurcu vigilando su reino, en donde se enseñoreaban los Tuanama, Fasabi, Fatama, Tapullima, en contacto con los wirachuchas Noriega, Reátegui, Flores, Saavedra, Guzmán, estos últimos las familias comerciantes y emprendedores del valle, que llevaban su mercadería por la ruta de San Miguel del Río Mayo y Panjui, en el Mishquiyacu.

Mucho ha cambiado el valle desde la época en que tuve mi primer contacto. La migración al valle, desde que se abrió la carretera Cuñumbuqui-San José de Sisa, en 1981, ha configurado un nuevo mapa del paisaje y de tenencia de la tierra, que actualmente está replanteando el Gobierno Regional de San Martín. Se han formado nuevos pueblos, se han abierto nuevas rutas para las relaciones de intercambio, pero a costa de la degradación del bosque, la pérdida del caudal de los ríos. Aun así, el valle todavía pródigo es el principal productor de plátano de la Región y hoy existe una producción extraordinaria de cacao y café, y sigue aún la explotación de ganado aunque ya no con la intensidad de antes en donde reinaban Franciles Padilla Soria, Salomón Romero Ramírez, Wilfredo Rengifo Vela, Víctor Noriega y la numerosa y acaudalada familia Reátegui.

El valle del Sisa tiene una rica historia, que hay que investigar y recoger y eso me he propuesto hacer cuando tenga facilidades económicas y otras. San José de Sisa, por ejemplo, es una de las localidades más antiguas; su fecha de creación ha sido precedida solo por Chazuta, Soritor y Tabalosos. Pero es un valle al que hay que prestarle toda la importancia porque es la despensa regional que quedará cuando los últimos terrenos agrícolas del Bajo Mayo terminen de urbanizarse y perdamos, también, la oportunidad de tener un gran parque central. (Continuará).

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