El embarazo infantil es tortura
No es una consigna exagerada ni ajena a nuestra realidad: en San Martín, 22 niñas entre 11 y 14 años dieron a luz entre enero y julio del 2025, revelando una situación de violencia sexual sistemática que aún persiste —y se normaliza— en comunidades rurales y urbanas de la región.
La cifra no es aislada. A nivel nacional, el Perú reportó 353 partos de niñas menores de 14 años en este mismo periodo. Es decir, cada día más de una niña está siendo madre forzada. En San Martín, los meses de marzo, abril, mayo y junio fueron los más críticos, con 4 partos cada mes, y una alarmante concentración de casos en provincias como Lamas, Rioja, Moyobamba, El Dorado y Bellavista.
Una violencia que se encubre, una infancia que se pierde
Estas niñas no han “elegido” ser madres. Lo que hay detrás de cada parto es una historia de abuso sexual, negligencia institucional y silencio cómplice. Tal como indica el cartel de la campaña de CLADEM y PRODEMU, toda víctima de violencia sexual tiene derecho a recibir atención médica inmediata, incluida la Anticoncepción Oral de Emergencia (AOE), profilaxis para el VIH, pruebas de ITS y soporte psicológico. Pero en muchos casos, estas atenciones no llegan, o se dan tarde.
La violencia sexual no solo deja huellas físicas, sino también traumas emocionales profundos e irreversibles. A nivel psicológico, las niñas forzadas a ser madres experimentan ansiedad, depresión, abandono escolar y un quiebre en su proyecto de vida. En lo físico, los embarazos en menores de 14 años conllevan riesgos severos, como preeclampsia, partos prematuros y mortalidad materna e infantil.
Educación truncada: cifras que alarman
En San Martín: De las 22 niñas que dieron a luz entre enero y julio de este año:
- 4 tenían primaria completa
- 0 primaria incompleta
- 0 secundaria completa
- 18 secundaria incompleta
Esto refleja un patrón claro: las niñas abandonan la escuela por causa del embarazo forzado, lo que perpetúa el círculo de pobreza, dependencia económica y revictimización.
Alto Amazonas: una realidad paralela y silenciada
En Alto Amazonas (Loreto), el problema es igual o más grave, aunque las cifras oficiales aún son opacas. Las condiciones geográficas, la falta de presencia estatal y los patrones culturales patriarcales hacen que muchas niñas indígenas sufran violencias sexuales sin poder denunciar, sin acceso a justicia, ni servicios de salud integrales.
Comunidades como Lagunas, Jeberos y Santa Cruz viven en un aislamiento crónico que impide una respuesta efectiva del sistema de protección infantil. A esto se suma la naturalización de relaciones desiguales entre adultos y niñas, que muchas veces son “justificadas” por costumbres que vulneran los derechos fundamentales de la infancia.
¿Y las autoridades?
¿Dónde están los comités de protección? ¿Dónde está la respuesta de las UGEL, las Direcciones de Salud, ¿las Defensorías Municipales? Esta situación requiere más que indignación: urge una acción coordinada entre Estado, sociedad civil y líderes comunitarios, para prevenir, atender y sancionar estos casos con el enfoque que merecen.
Un llamado urgente a padres, docentes y líderes locales
Desde el diario VOCES hacemos un llamado directo a padres de familia, profesores y autoridades:
- Presten atención a las señales de alerta en las niñas. Cambios de conducta, ausencias frecuentes en la escuela, aislamiento o miedos repentinos pueden ser síntomas de abuso.
- Activen protocolos inmediatos. Si conoce un caso de violencia sexual, llame a la Línea 100 o acérquese al Centro de Emergencia Mujer (CEM) más cercano.
- No calle. No encubra. Denuncie. El silencio también es una forma de violencia.
“Niñas, no madres” no es solo un lema: es un imperativo ético, social y legal.
San Martín y Alto Amazonas necesitan romper el ciclo de violencia que encierra a sus niñas en maternidades forzadas, y devolverles lo que les pertenece: su infancia, su educación, su futuro.