Tarapoto: La imprudencia que sigue matando

La ciudad no solo enfrenta un caos vial, sino una alarmante pérdida de humanidad al volante.

Por Renato Gardini

Hace un tiempo escribí una columna advirtiendo que Tarapoto se estaba convirtiendo en una ciudad peligrosa para vivir y conducir. No solo por culpa del tráfico, sino por la irresponsabilidad que domina nuestras calles y la pasividad de las autoridades. Hoy, tristemente, debo reiterarlo: nada ha cambiado.

El reciente accidente ocurrido el 13 de octubre, apenas unas horas después del Simulacro Nacional Multipeligro, lo demuestra con dolorosa claridad. Una unidad del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú perteneciente a la Compañía Juan Roberto Acevedo B71 fue violentamente impactada por un motokar cuando acudía a cumplir su deber. El saldo: dos personas fallecidas y daños materiales en el vehículo de emergencia.

Una tragedia que indigna por lo absurdo y lo evitable. Paradójico y cruel: los que están para salvar vidas terminan siendo víctimas de la imprudencia ajena.

Tarapoto sigue siendo escenario de tragedias que se repiten con una frecuencia que ya no sorprende. Conducir sin luces, sin casco, sin licencia, y sin conciencia se ha vuelto parte del paisaje urbano. Las calles están tomadas por la temeridad y la soberbia de quienes creen que manejar es sinónimo de velocidad, que las normas son un adorno y que la vida —la propia o la ajena— vale poco o nada.

Mientras tanto, las autoridades siguen mirando hacia otro lado. No hay control, no hay fiscalización efectiva, no hay sanciones ejemplares. Las campañas de educación vial son esporádicas, débiles y sin impacto real. La informalidad continúa expandiéndose en motokares, motos y vehículos que circulan sin cumplir con los mínimos requisitos de seguridad. Todo esto ocurre ante la vista y paciencia de quienes deberían poner orden.

Pero no todo es responsabilidad del Estado. Aquí hay una enfermedad colectiva de irresponsabilidad y falta de humanidad.

Porque quien conduce sin respeto, quien acelera sin pensar, quien invade un carril, se pasa una luz roja o ignora una sirena, no solo comete una infracción: comete un acto de desprecio por la vida misma.

Tarapoto no necesita más discursos ni condolencias públicas. Necesita acción real.

Necesita autoridades que dejen de improvisar y empiecen a gobernar con firmeza, con campañas sostenidas, control permanente y sanciones ejemplares.

Y necesita, sobre todo, conductores que recuperen la humanidad perdida tras un volante o un manubrio.

Hoy fueron dos vidas. Mañana, si nada cambia, serán más.

Y cuando eso ocurra, no podremos seguir diciendo que fue un accidente.

Será, simple y llanamente, una consecuencia directa de nuestra indiferencia y de la cobardía de no asumir responsabilidades.

Tarapoto está herida, no solo por los accidentes, sino por la falta de conciencia.

Y si seguimos así, llegará el día en que ni las sirenas de los bomberos bastarán para despertar a esta ciudad dormida en su propia imprudencia.

Comparte esta publicación:

Facebook
X
LinkedIn
WhatsApp