Por: Ricardo Quevedo
Esta es la pregunta que tienen que hacerse cada uno de los candidatos tanto a los cargos de alcalde, como al cargo de la presidencia del gobierno regional. Sin duda, despierta más de mil pasiones, la mayoría de ellas personales; porque eso de “vocación de servicio al pueblo”, pasó a la historia. Desde el momento que hay el sueldo suculento, más otros canales por donde chorrea la economía, lógicamente, ya no podemos llamarlo a esto vocación de servicio.
Campañas políticas, versus violencias asesinas. No digan que los cargos políticos hoy por hoy, sí resulta de lo más apetitoso, pero no para hacer obras, que sería de lo más digno y lo bastante loable. Lo apetitoso lamentablemente está en el poder económico, pero que tampoco sería malo esto, si responde únicamente a un sueldo equilibrado dentro de los cánones de la normatividad laboral del régimen salarial vigente.
Lo triste es que las instituciones públicas, como los gobiernos locales y las regionales, tienen no solo los presupuestos autónomos que permite el desarrollo de proyectos a través de convocatorias a un sin número de licitaciones, y que estas benditas licitaciones muchas veces se convierten en la gallina de los huevos de oro. Algunas pasan el examen, otras quedan en el camino, otros físicamente no participan con sus expedientes y currículos de proyección empresariales, son los observadores del partido a la distancia, pero al mismo tiempo, para asombro de los que participan físicamente, son los legítimos ganadores, y son los que se convierten, tarde que temprano, una durísima piedra que retirar del zapato del gobernante de turno.
Estas partidas económicas para los gobiernos locales y regionales son aprobadas por el gobierno central, que también no solo lo hacen vía jurídica o constitucionalmente, sino que también emplean sus propias influencias a determinados gobiernos locales o regionales que les cae a veces de mucha simpatía, ya sea por una razón histórica y cultural o por alguno que por ahí tiene algo de peso político en el ámbito nacional.
Lo cierto es que los que pierden una licitación fuera de la cancha o de una forma ilegal, serán los eternos resentidos y son los que le harán la vida imposible a ese gobernante local o regional. Entonces aquí es donde nacen los mercenarios que son pagados ni siquiera montos fabulosos, pero como tanta miseria hay en la sociedad, mucha gente sin valorar su propia vida, corren el riesgo de aceptar el “trabajito” y desaparecer físicamente del mapa al gobernante político que pensando pagar favores o hacer algún “servicio” al colectivo grupo de una empresa licitadora, es amenazado y desaparecido físicamente.
San Martín tiene un registro de desapariciones que está yendo en aumento. Ese desaparecido no solo es un alcalde o presidente regional, puede ser también un candidato al gobierno local y regional, como le desaparecieron últimamente a un joven candidato en la provincia de Bellavista.
Pero lo cierto es que muchos políticos van muriendo a manos de los mercenarios mandados por otros políticos perdedores o que les sacaron de la “cancha” para no participar en contiendas electorales o en procesos de licitaciones donde a veces se juegan miles y miles de millones por determinadas obras públicas.
El pueblo aquí es únicamente de observador y de posible beneficiado por alguna obra de impacto que le ha de generar cierto desarrollo a la misma ciudad y al mismo ciudadano generándole con más facilidad sus respectivos trámites o simplemente generando con más capacidad de ampliación la productividad de su quehacer empresarial.
Es decir a mayor demanda, mayor venta. Pero sobre todo esto, están los famosos proyectos en teoría que únicamente requieren ser ejecutadas, y estos resultados tiene sus propio costo; no hablemos ya del costo económico, que esto ya es tácito, sino que en la mayor de las veces, los costos son el capital humano, o en otros términos la desaparición de personas, de candidatos, de personajes, de autoridades, que hoy está que aumenta no solo en la región sino en todo el país en coyuntura con estos procesos electorales locales y regionales.