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lunes, mayo 6, 2024

Se me quitó las ganas

En estos días todo se ve del color de las bolas del árbol navideño, rojo, verde y azul, empañándonos con destellos dorados y plateados. Faltan cuatro días y como por arte de magia, todos están en modo: BUENA GENTE.

Todo se llena de color, todo brilla, todo es alegría y se siente un nauseabundo amor. Ni villancicos, ni fiestas, ni adornar la casa, ni regalos por compromiso, ni hacer el nacimiento, ni canciones, ni pavos. ¡Nada de nada!… Hoy me siento un poco Grinch.

Estar felices, lucir una radiante sonrisa y ser amables, parece que son las reglas que se deben cumplir obligatoriamente. La Navidad es una fiesta que muchas personas asocian con momentos gratos, para otras es una de las épocas que solo son motivo para que la tarjeta de crédito se quede sin fondos, pues demostrar el amor, se reduce en regalar algo “bueno”.

Estas fechas se dividen en dos bandos: el amante de la Navidad y el completo Grinch. Las personas asumen dos tipos de posturas, por un lado están los que parecen ser los mismísimos ayudantes de Santa y por otro lado están a los que nada les motiva.

Y si fuera poco, Navidad es la época en la que más se engorda, comemos como si el mundo se va a acabar. No podemos parar de comer, cada vez que haces una visita a una casa te ofrecen un dulce o panteón. ¿Alguien se ha puesto a pensar en la cantidad de comida que tiramos? ¿Nadie piensa en los niños que no tienen nada que comer? Llegados a este punto, no sé qué es peor: si tirar la comida o estar comiendo sobras hasta el 23 de enero.

Y ni qué decir de la hipocresía viajando por las nubes. Tienes que aguantar durante toda la cena a ese familiar que no le cae bien a nadie, solamente porque es Navidad. No me malinterpretes, reunirse con la familia es de las pocas cosas buenas que tiene la Navidad, pero ¡vamooos! Todos tenemos a un familiar al que no podemos ver ni en pintura, porque es el mala leche, el que pelea con todos, el criticón, fijón, conflictivo y que solo buscar detalles para malograr las reuniones familiares.

La tortura de las canciones navideñas se vuelven interminables y repetitivas, más parecen una dosis depresiva. Aplaudir sin sentido cada vez que entregan un regalo, esperar la cena y por fin ir a dormir, seres humanos cuando el resto del año ni siquiera se soportan.

El espíritu navideño no se trata de regalos, luces, comida o fiestas; la Navidad se trata de estar feliz con la familia, vivir en paz y en buena onda, y en el caso del cristianismo, celebrar el nacimiento del niño Jesús, quien nos salvó del pecado con su amor infinito. Un floro creíble, pero no como para volvernos tan bonachones solo un día y los 364 restantes ¿dónde quedan?

Dejen de gastar tanto dinero en trivialidades, ¿Qué importancia tiene? No se dan cuenta que muchas personas están sufriendo, están hambrientas, no tienen regalos, no tienen chocolate ni tampoco una almohada donde apoyar la cabeza, ni zapatos para caminar. Seamos más humanos y menos superficiales, con pequeñas cosas podemos ser más felices.

Diseña tu propia Navidad alternativa. Una que no consista en comprar regalos, empacharse de comida, cenar con gente que no te cae bien o escuchar villancicos toda la noche. Quizá tu Navidad está llena de tardes en el cine, de paseos matutinos por sitios sin adornos, libros, excursiones para aprovechar los días de fiesta… Y si se te antoja adornar el árbol de navidad, comer rico hasta subir 6 kilos más ¡hazlo! ¡Haz lo que a ti te dé la gana!

Hazlo a tu manera, una que te siente bien a ti. Es mejor un bocado en paz que un festín en guerra. Al fin y al cabo, ¿qué sería de nuestro calendario sin tres o cuatro fiestas señaladas en las que aumente la motivación para disfrutar y mostrar tu mejor rostro?

Si alguien ve un espíritu navideño vagando, denle mi dirección para ver si me contagia aunque sea un tantito.

A mí se me quitó las ganas y ahora ¿Qué hacemos?

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