Lo prohibido siempre ha sido lo más deseado. No me incomoda que mi cuerpo sea el objetivo, con tal de jugar, lo volvería a hacer una y mil veces más. Mojarse es rico, mejor si lo haces con ropa encima. Antes me escondía, pero ahora nada me ata, todo se derrama encima de mí y yo me vuelvo loca.
En esta época se desatan nuestros más bajos instintos. El sudor y el agua hacen el amor y el amor hace la fiesta, así todos nos refrescamos de una manera bendita y el carnaval cada vez se pone mejor. Sola, de a dos, de tres, cuatro o más de mil. No importa, cuantos más, mucho mejor.
El carnaval siempre se desenvuelve con sorpresas y locura. Estas fechas son propicias para descubrirse, para sacar ese niño que se lleva dentro a pesar de ser tremendo viejo y sale a jugar, a divertirse, a mojarse, a mojarse rico.
Estamos en días de destellos gloriosos, tambores, música, danzas, globos, pinturas, costumbres que no se pierden y un poco más de esos sentimientos envueltos en esta fiesta de colores, que nos devuelve la magia que todos tenemos dentro.
Sin afán de generar conflictos, de todos los carnavales me quedo con el de Rioja, que envuelve con sus fiestas interminables de diablos pícaros, que enamoran, enloquecen, nos ponen bravas y nos roban suspiros. En Rioja, mientras disfrutan el carnaval, su gente hace el amor y no la guerra, cobija sus costumbres y bailan mojaditos de inicio a fin.
Yo seguiré mojándome una y mil veces más, con lluvia o sin lluvia, con globos o con baldes, con máscaras o solo con pinturas, con baile y con música, con amor y deseo. ¡Que siga el carnaval!
No me corro, me quedo quieta esperando que toda esa algarabía carnavalesca me coja y me moje de pies a cabeza, total, es febrero y en febrero se disfruta del carnaval de nuestra selva, esa que disfruto siempre en Rioja.
Mojarse es rico…. por eso ¿Me mojas, amorcito?