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sábado, abril 20, 2024

El ciudadano Mulha

A través del cristal

Por: Willian Gallegos Arévalo

Si se hiciera la historia personal de los personajes políticos del pasado y del relativo presente, saldría una selección de quienes fueron brillantes, tuvieron desempeños valiosos y cuyas presencias llenaron con honor nuestro escenario político. Y sería largo citar a todos los políticos decentes y cultos que fueron, como también a quienes se podría calificar de grises y pusilánimes, según una acertada frase de Julio Cotler, cuando se refirió a un desprestigiado político. Y precisamente vamos a hablar de uno de estos últimos: un individuo que incursionó en la política y que resultó ejemplo de lo que es la deshonestidad suprema.

Como consecuencia del deterioro de la política peruana se deteriora –mejor, se degrada—la democracia en nuestro país. Consecuencia de ese deterioro aparece en el firmamento político un individuo como Mulha, el ejemplo evidente de quien mira la paja en el ojo ajeno mientras mira a otro lado cuando de faenones de sus partidarios se trata. Jamás ninguna duda, ninguna expresión dubitativa, en él, cuando los medios hablan de que su líder es un ladrón consumado. Y el escenario donde se desenvuelve debe ser terrible cuando políticos correctos y decentes tienen que soportar sus intolerancias, sus mezquindades y sus sordideces, porque es un apañador de primera.

La realidad nos demuestra que hay sujetos deleznables en la política peruana, pero nadie se lleva las palmas como Mulha. Desde la percepción de muchos, es el político más antipático, por no decir repulsivo, con el que nos hemos encontrado. Sus intervenciones, siempre insultantes contra quienes no comulgan con sus ideas, menos cuando cree que le atacan a su jefe político, son de antología. Para insultar, no tiene en cuenta honras ni prestigios bien ganados y vomita los improperios que tiene a la mano en su vocabulario sibilino y reptil. Lenguaraz como él solo, pareciera decirnos que tiene patente de corso, resultando atrevido e insolente.

Mulha es incapaz para la generosidad y la tolerancia contra quienes debate. Jamás una frase amable ha sido prodigada contra sus rivales, porque es un ´político´ que ataca con vesania y no para mientes para descalificar. En una sociedad honesta y que supiera hacerse respetar, alguien como Mulha debería ser un sujeto prescindible e inexistente, pero desde hace muchos años es “protagonista” de nuestra escena política. Y a pesar de pasar por culto, solo tiene éxito cuando sus contrincantes de ocasión caen en su juego. Y cuando le ponen en su sitio, no le queda sino escaparse con el rabo entre las piernas… Pero Mulha no aprende.

Los “argumentos” de Mulha son más parecidos a un ladrido que a una elaboración juiciosa de ideas, porque verlo por la televisión, y escucharle hablar con sus tremendismos y pasando por anécdotas los latrocinios de sus partidarios encumbrados en los altos cargos públicos, es la caricatura del individuo bribón que ha aprendido a vivir de la política como comparsa y mandadero útil. Es el que lava los trapos sucios. Es, también, de esos individuos que creen que la política es su escenario natural; y de ahí su actitud arrogante, petulancia y soberbia que le ha hecho creerse un sujeto inimputable y con licencia para decir toda clase de sandeces…Pero, ¿quién es Mulha?

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