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domingo, mayo 5, 2024

QUIÉREME PARA CAMBIAR EL MUNDO

Por: Carol Fernández Marina

De una manera inusual, he vuelto a enamorarme, no porque hubiera querido, tal vez aun no lo quiera. ¿Quién te crees que eres para invadir la soledad de mi mente? – divago de manera suspicaz, recordando tu rostro. Mas como toda cosa buscada con el alma y no con la razón, aparecías entre la nubosidad de mis pensamientos.

Sí, la vida tiene formas espontáneas de volvernos adictos a su inmenso mundo de probabilidades, por eso, quiso que nos encontráramos. Tú, como surgiendo del suelo ondeante, a punto de hundirte en tus pensamientos, con plena seguridad de que, al otro lado, el suelo podría ser estable; sin embargo, yo, al otro lado esperando que dieras el siguiente paso, para no hundirte en las arenas inestables de mis emociones, un tanto distantes e indiferentes.

Aun así, anduvimos adivinando nuestro porvenir, sin saber bien el camino; corriendo rápidamente por un sendero de pseudo felicidad, para que no nos alcanzara el manotazo del destino. Por su lado, la infame forma que tiene el mundo de revolotearnos con experiencias, nos hizo caer por un momento, al descubrirnos, tan tontamente seducidos por un amor que se forjaba inmortal.

Solo el rincón afable y el afelpado sillón saben que clamé mirando al cielo pidiendo un amor hecho a mi medida, y apareciste tú, esculpido con cada detalle absurdo del que pedí. Muestra de que nuestra irónica conciencia, está conectada con cada micro partícula del oído del universo.

Ahí estabas, llegaste mostrando también, que estabas hecho para ti mismo, con ese cariño desbordándote por los ojos y llenándome el corazón; compartiendo cada gota de tu encantadora esencia.

Se esfumaron los desencantos, de los que un día me aburrí, y en vez de eso me devolviste una parte de mi sublime existencia con solo un respiro.

Ahora, que te he dado el mundo entero, te muestras como aquella persona que llego a amarme, como realmente se debe, mirándome a lo lejos y deleitándote de mi existir, dejándome a mis anchas ser, como lo que fui desde un principio.

Te di el mundo entero porque amaste mi prosa, y mi osadía, mis mañanas frescas, y mis tardes oscuras, pero más allá de quererme para ti solo, me quisiste también para cambiar el mundo. Y aquí voy.

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