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sábado, mayo 4, 2024

MARIO BENEDETTI: EL LUCHADOR SOCIAL ‘Gracias vientre leal: “Te quiero”

Semblanza.
Uno de los más grandes escritores latinoamericanos del siglo XX que participó activamente en su avance y transformación social. Poeta y narrador uruguayo.

Se adhiere activamente a la causa revolucionaria, por lo que tiene que exiliarse tras el golpe militar en su país. Estuvo en: Argentina, Perú, Cuba y España.

“Te quiero”
Se afirma que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer. Muchas veces es la madre; muchas otras es la muchacha amada de la Universidad, de los mítines, de los desfiles, de las protestas en las calles exigiendo justicia; ya no detrás, sino al costado, “codo a codo”, la compañera de lucha e ideales. El poeta no menciona su nombre, quizás porque son multitud.

Benedetti nos dice que contagian y siembran futuro; que luchan con alegría y son felices, (confiando sacar adelante a su país) aunque no tengan permiso, porque en ellas el amor sincero y la solidaridad son de verdad.

“Te quiero”
Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada,
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.

Tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más, que dos.

Y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país.

La gente vive Feliz
aunque no tenga permiso .

Gracias Vientre Leal
(condensado)
“A nadie había dicho el Colorado, esa noche, “ni siquiera tu mujer debe saberlo”. Al día siguiente, temprano, tendrían que llevar a cabo, con Alfredo, la peligrosa misión. El riesgo que corrían implicaba guardar el más absoluto silencio. “¡Ni a tu mujer, ya sabes eh! Bastante caro hemos pagado ya eso y otros liberalismos”.

Como siempre Marta le esperaba en la cena y estaba más linda esa noche, con su vestido azul, tanto que a él le vinieron unas ganas tremendas de quitárselo. “¡Que linda estas hoy!”, le dijo. “¿Hoy nomás? Vos en cambio estas feo”, bromeó ella. “El hombre es como el oso”. “Sí, mientras más feo, más espantoso”. “Mira, no limpies la cocina esta noche. Déjalo para mañana. Ven, quiero quitarte yo el vestido”. Extrañada ella dijo “¿Qué pasa amor?” “Nada”, le respondió. “¿Y usted no se piensa desvestir, compañero?” Marta advirtió que esta era una noche excepcional. No sabía la razón; pero cuando lo sintió emocionarse hasta las lágrimas, pudo suponerlo. Ya no fueron tan necesarias las palabras en el cariñoso lenguaje “cifrado” del amor quedaron fatigados, satisfechos, unidos.

“Hacia mucho que…” “Si, ocho años de casados. Decidme: ¿pensáis seguir militando?”, preguntó ella. “A veces tengo miedo, todo se está complicando. Ya han caído tantos”. “Ten cuidado: no asumas riesgos mayores” “¿Vos me quisieras si me acobardo y flaqueo?”

Sumida en la sinceridad, así le habló: “No sé, pero es que . . . creo que te querría igual. Estoy contenta porque nosotros andamos bien. Lo del país me amarga claro, pero te confieso que todavía no soy tan generosa para anteponer el destino del país al nuestro. Para mi vientre vos sos mi único compromiso. Lo que pasa es que soy un vientre leal ¿No crees?” Él la abrazó fuerte. Se durmieron de a poco, confortándose con la piel del otro, como si el simple tacto los pusiera a salvo de aquella desgracia.

Cuando aclaró, el se despejó por completo. Marta dormía boca abajo, sin sábana: realmente una gloria. Se vistió rápido y en silencio, y antes de irse garabateo en un papel: “gracias, vientre leal”.

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