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domingo, mayo 5, 2024

Aplicar el sentido común eso es todo ¿O Usted, no lo tiene?

 Por: Wagner Dean Cárdenas Torres.

El enfrentamiento fue feroz, los ladrillos caían desde lo alto, los comerciantes informales atacaban a palazos a los fiscalizadores de la municipalidad de Lima que se defendían con sus escudos y varas. Ayer miércoles 3 de marzo la zona de mesa redonda, en el centro de Lima, se convirtió en una zona de violencia y terror.

No era suficiente la pandemia y su rastro de dolor y muerte. la acción de los agentes buscaba evitar las aglomeraciones y mantener el orden en un punto de gran carga viral. La respuesta fue el desacato, el golpe, la agresión. 

El lunes 1 de marzo entró en vigencia nuevas medidas para enfrentar al coronavirus, dejando atrás la cuarentena. En ese punto de la capital limeña se mostró a miles de ciudadanos en tropel listos a reiniciar “sus actividades”, dejando de lado las indicaciones que buscan cuidar sus vidas, como el uso de barbijos, distanciamiento social o evitar las muchedumbres.

Mejor evidencia la constituyeron otros miles de ciudadanos haciendo largas y tumultuosas colas en las inmediaciones del RENIEC, para recoger o tramitar su documento nacional de identidad a poco más de un mes para las elecciones generales.

Es como si el peligro de contagio de la covid 19 desapareciera, cómo si la posibilidad de morir no contara, cómo si contraer la enfermedad con su consiguiente padecimiento por atención médica, se esfumara. 

¿Es el sentir de la sociedad sobre el mortal virus o qué es?

La misma aglomeración ocurrió en ese emporio comercial caótico llamado Gamarra y principalmente en la estación del tren eléctrico o en el mercado UNICACHI de Villa El Salvador, al sur de la capital e incluso en ciudades y centros de abastos del interior del país.

En el mercado de Tarapoto, Pucallpa, Tingo María y otros lugares estuvieron llenos de ciudadanos. Es cierto, es la necesidad de trabajar y obtener dinero para así poder conseguir el alimento y que no falte en casa, además de cubrir otras necesidades, sobre esa disyuntiva muchas cosas se comprenden. 

Pero, ¿qué podemos decir de esos zánganos, que faltan al respeto a la población libando en la vía pública, esos desalmados que desoyen los consejos sobre el coronavirus, aquellos necios que exponen a otras personas al no usar mascarillas, vándalos que piensan que pueden hacer lo que quieran porque la autoridad es frágil?

Ahí está ese tropel de ignorantes que se van a enfermar y serán luego los que exijan atención, cama, médicos, oxigeno, a un sistema de salud que no da para más.

Es también nuestro deber cuidarnos. 

Nos quejamos con razón de las autoridades por su desidia, irresponsabilidad, incapacidad e inmoralidad. Por lo mismo, lo que cuenta es tomar en serio este episodio negro de la humanidad y proyectar verdadera conciencia del duro momento que vivimos. Hoy en el Perú hay más hospitalizados y muertos que en la primera ola. Se levantó la cuarentena, pero el virus aún sigue contagiando acabando con familias, amigos, seres queridos en el país y en el mundo.

No tiene sentido salir a luchar por la familia y llevar un pan a la casa, si lo que vamos a encontrar es el contagio, la angustia y posiblemente la muerte. Tampoco tiene razonamiento humano exponerse a esta enfermedad mortal por un día de fulbito, unas horas de tragos, una viaje sin protector facial, una actitud de macho inmortal o de valentía de matón. Ese desenfreno y vandalismo ¿se justifican?

Debemos analizar la realidad, ver a nuestro alrededor, examinar el día a día,  luego sacar conclusiones que nos ayuden a sobrellevar este mal que no tiene cuando acabar mientras sigamos así. La ciudad de Guayaquil controló muertes y contagios devastadores el año pasado con una acción conjunta de autoridades, la sociedad, médicos, iglesia, empresarios, voluntarios. Aplicar el sentido común eso es todo ¿O  Usted, no lo tiene?         

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