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domingo, mayo 5, 2024

No regalar el voto: Es una HERRAMIENTA poderosa y decisiva para defender la democracia

Debemos estar muy atentos a lo que nos dicen los políticos en campaña, más aún con dos candidaturas que siembran serias dudas sobre su vocación democrática.

Este editorial plantea una estrategia general para la sociedad civil democrática frente al dilema de elegir entre dos peligros para el país.

Los dos candidatos que disputarán la segunda vuelta representan una amenaza al sistema democrático, mal menor tras mal menor, hasta lograr el período más largo (y próspero, aunque notoriamente imperfecto) de vigencia democrática en nuestra historia.

El dilema se complica porque una amenaza proviene, para decirlo en términos simplificados, desde la derecha y la otra desde la izquierda.

Ambos representan, un serio peligro para la democracia en el país. Conocemos más sobre el fujimorismo, pero lo suficiente sobre Perú Libre como para estar seguros de la real amenaza de un lado y otro.

Hay que elegir una u otro, no hay salida aparente. Uno puede destruir la democracia desde un lado del espectro político; y la otra puede hacerlo desde el opuesto. Podemos votar o no hacerlo. Votar por alguno de los dos o por ninguno de ellos. Eso no cambia las cosas.

¿Cuáles son los puntos vulnerables del dilema?

Uno importante es el de la representación. La democracia es, por definición, el gobierno de la mayoría a través del voto, junto con el respeto a las minorías, por mandato de la ley. La segmentación disminuye el tamaño las mayorías. Eso fue lo que sucedió durante las elecciones que se conquistó la democracia el año dos mil.

Para explorar el nivel de representación democrática en estas elecciones, vamos a comparar los resultados de los dos ganadores de primera vuelta con relación al total de electores hábiles de ese momento.

– En las elecciones de 2001, hubo 14 millones 906 mil 233 electores hábiles. En la primera vuelta, Alejandro Toledo tuvo el primer lugar con 3 millones 871 mil 167 votos: el 25,9% de todos los electores hábiles. Alan García, que llegó segundo, tuvo 2 millones 732 mil 857 votos, el 18,3% de los electores hábiles. Los dos primeros puestos en la votación concentraron el 44,2% de todos los electores de país (y el 59,5% de todos los votos emitidos).

– En las elecciones de 2006, hubo 16 millones 494 mil 906 electores hábiles. Humala ganó la primera vuelta con 3 millones 758 mil 258 votos: el 22,7% de todos los electores hábiles. Alan García, que otra vez arribó segundo, tuvo 2 millones 985 mil 858 votos, el 18,1% de todos los electores hábiles. Los dos primeros lugares sumaron el 40,8% de los electores del país. También debe recordarse que la inquietud frente a la relación de Humala con el chavismo, entre otras cosas, le dio la victoria a García en la segunda vuelta.

– En las elecciones de 2011, hubo 19 millones 949 mil 915 electores hábiles. Ollanta Humala ganó la primera vuelta con 4 millones 643 mil 064 votos, el 23,2% de todos los electores del país (y el 28,2% de los votos emitidos). Keiko Fujimori fue segunda con 3 millones 449 mil 595 votos, el 17,2% de los electores hábiles del país. Humala, que aprendió de su experiencia en la campaña anterior, aceptó expresar su lealtad a la democracia, eso le dio el triunfo en la segunda vuelta.

– En las elecciones de 2016, hubo 22 millones 901 mil 954 electores hábiles. Keiko Fujimori ganó la primera vuelta con 6 millones 115 mil 073 votos, el 26,7% de los electores hábiles del país. En el segundo lugar, Pedro Pablo Kuczynski, tuvo 3 millones 228 mil 661 votos, el 14,1% de los electores hábiles del país. En conjunto fue el 40,8% de todos los votantes del país. Pese a que Keiko Fujimori casi dobló la votación de Kuczynski en la primera vuelta (la diferencia más grande entre el primero y segundo en todas las elecciones generales peruanas en este siglo), este se impuso en la segunda gracias a la movilización de la sociedad civil democrática, que le dio la victoria.

– En la primera vuelta de las elecciones de 2021, hubo 24 millones 520 mil 719 electores hábiles. Pedro Castillo ganó la primera vuelta con 2 millones 689 mil 804 votos, el 10,9% de los electores del país. En segundo lugar, Keiko Fujimori obtuvo 1 millón 885 mil 666 votos, el 7,6% de los electores. En conjunto tuvieron el 18,5% de los electores hábiles del país.

¿Qué enseña esa exploración de la representación electoral en las cinco elecciones generales de este siglo?

Que las cuatro primeras tuvieron un grado significativo de representatividad. Los dos primeros candidatos en la primera vuelta de cada una de esas elecciones lograron el 44,2%, el 40,8%, el 40,4% y el 40,8% de todos los electores hábiles del país. Y mucho más, por supuesto, de los votos emitidos y los votos válidos. Hay poca duda de que esas elecciones expresaron la voluntad de la mayoría.

En patente contraste con todas las elecciones anteriores, el ganador y el segundo puesto de la primera vuelta de 2021 sumaron apenas el 18,5% de todos los electores hábiles en el país.

¿Podemos considerar mayorías a esos porcentajes?

Una “mayoría” que no alcanza siquiera la mitad de la mitad no es otra cosa que una minoría más.

De manera que, si la democracia es el gobierno de las mayorías, con respeto a las minorías, el que viene amenaza ser el gobierno de la minoría sin respeto a la mayoría.

Estamos en una nación enferma, infectada y debilitada por el ataque de la peste y la incompetencia de sus gobernantes para enfrentarla, donde, dos políticos minoritarios, enfrentados entre sí pueden llevar, por la izquierda o la derecha, a la democracia al despeñadero.

Nuestro voto, el voto en defensa de la democracia, es una herramienta no solo poderosa sino decisiva y no debemos usarla antes de tiempo. De manera que en esta elección no hay dos sino tres protagonistas.

Si la elección fuera mañana el campo democrático iría dividido, un gran número votaría en blanco o viciado.

El voto masivo del sector democrático debe exigir a ambos candidatos claridad sobre las garantías, medidas y seguridades de mantener y también fortalecer el sistema democrático. Posiciones inequívocas sobre libertades políticas, derechos humanos, respeto a las minorías, libertad de prensa, de opinión, de organización, a la separación de poderes y otras instituciones vitales para la regulación eficiente del Estado, respeto a la meritocracia no deliberante de las Fuerzas de Seguridad. Fortalecer o, por lo menos, no afectar la lucha contra la corrupción. Defensa de la democracia y los derechos humanos.

Debe haber acuerdos básicos dentro de los sectores democráticos, desde la izquierda hasta la derecha. ¿Aceptaríamos un gobierno mafioso, deshonesto, y vengativo en la derecha, aunque prometa libertades económicas para sus amigos? ¿Toleraríamos un gobierno de izquierda, que recorte libertades fundamentales y busque perpetuarse en el poder? Si la respuesta es un no inequívoco a ambas preguntas, desde cualquier sector en favor de la democracia, entonces las fuerzas democráticas tendrán la capacidad última de decisión.
Eso es lo que hay que hacer, demandará esfuerzo, vigilancia, discusiones y, es probable, algo de riesgo. No regalar el voto. Bien jugada, es la carta ganadora para defender la democracia y garantizar su permanencia.

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